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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Los tulipanes amarillos
Foto enviada por Qnk

— ¡Y pensar que querías regresar junto al hada! —reía Palillo complacido—.
— ¡Qué vida tan maravillosa! —decía cada vez que se encontraba con su amigo.
Las semanas pasaron volando. Pinocho se divertía tanto, que no se arrepintió ni por un momento de haberse marchado de casa.
El coche siguió su camino y, poco después del amanecer, llegó al país de los juegos. ¡Qué fabuloso espectáculo! Había chicos jugando en todas partes; corrían, saltaban, gritaban, reían y jugaban con pelotas, patines y bicicletas. Algunos iban vestidos de soldados, otros disfrazados de payasos, había terrenos de juegos, tiovivos y teatros. Los chicos recién llegados saltaron del coche y se unieron a los demás. ¡Qué felices eran todos!
De nuevo el burro le propinó una coz! El cochero estaba furioso. Saltó del pescante y azotó al animal con su fusta. Luego sentó a Pinocho a lomos del burro. Durante el largo trayecto, el pobre burrito no cesó de llorar, murmurándole a Pinocho con una voz como la de un niño: — ¡Estúpido muñeco! ¡También tú te lamentarás un día! Jamás haces caso de los buenos consejos que te dan. ¡Acabarás como yo!
El coche estaba tan atestado que no había sitio, y Pinocho intentó montarse en uno de los burros. ¡Pero el animal se encabritó y le envió de una coz al centro de la carretera! Los chicos estallaron en carcajadas mientras Pinocho, enfadado, volvía a intentar montarse por el otro lado.
Pinocho no podía resistir a la tentación. Suspiró profundamente y dijo en voz queda: —Está bien, ¡iré!
¡Pasaremos el día jugando y divirtiéndonos!
— ¡Qué va! ¡Vente con nosotros al país de los juegos! -gritaron los chicos en el interior del coche—. Recuerda: ¡No más colegio!. ¡No más profesores!
-Debo volver a casa, señor. Se hace tarde, y el hada se enfadará conmigo.
Y tú? ¿Te vienes con nosotros o te quedas?
En su interior había docenas de chicos charlando animadamente. El alegre cochero —un hombrecillo corpulento con la cara como un tomate y que no paraba de reírse— ayudó a Palillo a montar y luego se dirigió a Pinocho:
Palillo le contó a Pinocho todo lo relativo al fabuloso país donde las vacaciones duraban todo el año. Pero la tarde caía, y Pinocho tenía que regresar a casa. De pronto, a lo lejos, sonó una corneta. Unas luces brillaron en la oscuridad; eran las luces de un coche, tirado por cuatro burritos, ¡todos calzados con botas de cuero!
—No te preocupes por ella. No hace más que reñirte.
—No, no puedo. Se me hace tarde, y he prometido al hada que llegaría a casa antes del anochecer.