¿tienes un bar?

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Los tulipanes amarillos
Foto enviada por Qnk

— ¿Y de qué va a servirte? —se mofó Palillo—. Olvídate de tu estúpida fiesta y vente conmigo al país de los juegos. Es el mejor lugar del mundo. No hay ni escuelas ni profesores, nos pasaremos el día jugando.
¿No te has enterado? ¡A medianoche me convertiré en un chico de verdad!
—Pero yo he venido para invitarte a mi fiesta.
—Espero al coche mágico, que pasa por aquí al anochecer. Pienso marcharme muy lejos.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó Pinocho
Pinocho recorrió todas las calles tres veces, y por fin halló a su amigo sentado a las afueras del pueblo.
Pinocho fue de casa en casa comunicando la noticia. Todos prometieron acudir a su fiesta. Pero no logró dar con su mejor amigo, un picaro holgazán llamado Palillo por lo delgado que estaba.
— ¡Lo prometo! —gritó feliz el muñeco, y salió corriendo de la casa, danzando y brincando.
Pinocho en el País de los Juegos

Piensa, Pinocho —dijo el hada— ¡A medianoche te convertirás en un chico de verdad! Daremos una fiesta para celebrarlo. Vé a invitar a todos tus amigos. Pero no tardes, debes estar de vuelta antes de que oscurezca.
“Después de la tristeza … la alegría”, sonó la campana mayor.
“El pajaro de lindo canto se alejo cuanto pudo de aquella catedral y por siempre recordará la estatua que aunque triste, se sacrifico por liberarlo.”
Esa noche hubo un terrible sonido crepitante en el tejado de la Catedral y un ruido como de caer mampostería. La corneja del campanario dijo que seguro que la helada estaba afectando a la piedra, y como ella había experimentado muchas heladas, todos le dieron la razón. Por la mañana vieron con gran sorpresa, que lo que se había caído era la figura de la imagen del alma perdida que se había desprendido de su cornisa y había caído sobre la jaula, pero por suerte solo lo suficiente para destrozar la ... (ver texto completo)
“Veo una jaula rota”, fue la respuesta.
“Nadie ha echado nada en el basurero que podamos comer?” -preguntó una paloma a otra que estaba mirando por encima del borde del parapeto norte.
Pero un día, no se oyó la canción, que llegaba desde la pequeña jaula de mimbre. Fue el día más frío del invierno, y las palomas y los gorriones en el tejado Catedral se juntaban unos con otros intentando entrar en calor y mirando ansiosamente por todos los lados, para intentar descubrir restos de comida de los que dependían en un clima tan duro.