Pero un día, no se oyó la canción, que llegaba desde la pequeña jaula de mimbre. Fue el día más frío del
invierno, y las palomas y los gorriones en el
tejado Catedral se juntaban unos con otros intentando entrar en calor y mirando ansiosamente por todos los lados, para intentar descubrir restos de
comida de los que dependían en un clima tan duro.