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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Vista desde el Coro
Foto enviada por Qnk

Mi Virgencita del Cobre,
Que fuiste siempre mi amiga;
Cuando rica, cuando pobre;
Que velaste mis amores
Y aliviaste mis dolores
A tí mi alma estremecida,
En el curso de la vida
Por siempre fiel te adoraba,
Y hoy te imploro conmovida
Que no te apartes de mí ... (ver texto completo)
ADVOCACIONES
A la Virgen del Cobre

¡Mi Virgencita adorada
Que te llevo sobre el pecho
Desde que al mundo llegué,
Y que al lado de mi lecho
Sin cesar te contemplé!
Julia y Paula se echaron a reír.

- ¿Verdad que es gracioso, mamá? ¿Quién querría cazar un canal?

“Bueno”, pensó Simón conformándose, “nadie quiere cazar al canal, ni el canal quiere cazarnos a nosotros. ¡Mejor que mejor!”

-Por favor, mamá, ¿puedo tomar más bizcochos?

-Claro que sí, cariño.
... (ver texto completo)
¡Entonces comprendió! ¡El monstruo era invisible! Podía verlos a ellos, pero nadie podía verlo a él. El monstruo murmuraba por lo bajo, hablando solo, pero no atacaba.

De vuelta a casa, mientras merendaban, Simón dijo: Nunca lograrán cazarlo. - ¿Cazar qué, cariño?

-El canal.
El molino se alzaba a orillas del agua, y la fuerza de la corriente lo hacía funcionar. Simón no tenía miedo con la abuelita a su lado.

- ¿Dónde está el canal? -preguntó Simón.

El canal de Simón
El canal de Simón

-Pero… ¡si está justo delante de ti!

- ¿Es esto un canal? -preguntó Simón. ... (ver texto completo)
Simón pareció espantado. Sintió como un desmayo y no pudo tragar las croquetas.

- ¿No tienes miedo, abuelita?

- ¿Miedo de un viejo y raquítico canal? ¡Claro que no! -dijo la abuelita.

“A fin de cuentas, el monstruo no es tan terrorífico”, pensó Simón. “Quizá se está haciendo viejo y pierde fuerzas.” Simón empezó a sentir pena por él.

Después de comer, la abuelita y su nieto se dirigieron al molino, andando por varios caminos.
-No -dijo Julia- No hay más que uno sobre un canal. No te va a gustar. Es demasiado tostón.

Simón sabía lo que era un tostón. Había visto a su madre tostar pan en la cocina. Quizá el canal tostaba pan con las llamas que salían de su boca. Julia tenía razón; no le iba a gustar.

-Encontré un buen libro para Simón -dijo Paula.

En la cubierta del libro se veía a un gran dragón verde rugiendo en la orilla de un río.

Al día siguiente, la abuelita de los niños vino de la ciudad para pasar unas ... (ver texto completo)
Al día siguiente Julia y Paula llevaron a Simón a la biblioteca.

-Simón puede pedir también un libro -dijo Julia.

-No sabe leer.

-Bueno, puede mirar los dibujos.

- ¿Qué clase de libro quieres mirar, Simón?
... (ver texto completo)
- ¡Ahora recordadlo otra vez, manteneos lejos de ese canal!

El canal de Simón
El canal de Simón

Simón no sabía qué era un canal. ¿Cómo iba a saberlo si nunca lo había visto? Imaginaba que se trataba de un grande y terrorífico monstruo que vivía en una guarida cerca del molino. A veces escuchaba sus rugidos. Una noche oscura y ventosa lo oyó acercarse a la casa, galopando hambriento y furioso. Afortunadamente la puerta estaba atrancada y las cortinas echadas.
El canal del Simón

La madre de Simón gritaba: - ¡No os acerquéis al canal! Esta advertencia la hacía diez veces al día a las hermanas mayores de Simón, Julia y Paula, que debían cuidar del pequeño y protegerlo.

Una mañana, mamá puso a Simón la chaqueta y le peinó. Luego hizo lo mismo con las chicas y dijo:
Y estrechando las manos de Dorotea entre las suyas, preguntó:

— ¿Quieres casarte conmigo?

Dorotea miró al príncipe. Tenía un rostro tierno y bondadoso, y ella le dijo que sí. Se despidió con un beso de su padre y de sus hermanas, y se alejó a caballo acompañada del príncipe.

- ¡Ha olvidado quitarse el delantal! -exclamaron riendo su padre y sus hermanas.

Nadie descubrió jamás lo que el príncipe le había susurrado a Dorotea al oído. Ella y el príncipe vivieron dichosos en el castillo sobre ... (ver texto completo)
- ¡Ojalá lo pudiera recordará Pero por más que se devanaba los sesos, lo cierto es que el secreto del príncipe le había entrado por un oído y salido por el otro.
Podrás guardar un secreto

Al séptimo día regresó el príncipe.

— ¿Has guardado mi secreto?

—No —contestó, pues era una muchacha muy sincera— Lo he perdido. Lo he olvidado por completo.

— ¿Que lo has olvidado? —exclamó el príncipe— ¡Qué curioso!

Entonces contempló el reluciente cabello y los ojos azules de Dorotea, y pensó: “Esta es la mujer que me conviene. ¡No me importa si es o no capaz de guardar un secreto!” ... (ver texto completo)
Lo ignoro, alteza.
—Veamos. —Y le murmuró un tercer secreto al oído.

— ¡Caramba! —exclamó Dorotea. Cuando el príncipe hubo partido a caballo hacia su castillo, Tania y Celia rogaron a su hermana:

— ¡Dinos lo que te ha contado!

Pero Dorotea sacudió la cabeza y se tapó las orejas con las manos, diciendo:

— ¡No puedo! ... (ver texto completo)
El príncipe preguntó a Tania y a Dorotea si su hermana les había revelado el secreto. “No, no”, fue la respuesta que obtuvo. Así que tendió sus manos a Celia y dijo:

—Entonces tú serás mi es...

Mas antes de poder decir “esposa”, se oyó un zumbido en la ventana y penetró una nube de abejas.

- ¡Ni una palabra más! -zumbaron las abejas—. ¡Nos lo ha contado a nosotras! Vino al huerto y lo susurró en voz alta. ¡Y nosotras que estábamos en los árboles pudimos oírlo!

Y las abejas murmuraron ... (ver texto completo)
Guardar un secreto
— ¡Llevas un agujero en el talón de tu media izquierda! El príncipe soltó la mano de Tania y se la quedó mirando con tristeza. —En ese caso, me temo que no puedes ser mi esposa —dijo.

Luego, volviéndose hacia Celia, preguntó con gran sencillez: — ¿Puedes tú guardar un secreto?

—Creo que sí, alteza. —Ya lo veremos.

Y le susurró un nuevo secreto al oído. — ¡Qué gracioso! —exclamó Celia. —Si guardas mi secreto durante una semana, serás mi esposa.
Tan pronto se hubo marchado, Tania y Dorotea le preguntaron qué le había murmurado el príncipe. Mas Celia se negaba a revelarlo.

— ¡Es un secreto!

Pero, ¡ay!, a medida que pasaban los días, cada vez le resultaba más difícil guardar el secreto.

¡Si pudiera compartirlo con alguien!

Al fin pensó: “Iré al huerto a murmurarlo. Será como contárselo a alguien, pero seguirá siendo un secreto.” Así pues, se dirigió al huerto, donde las copas de los árboles estaban rebosantes de flores rosas y blancas. Se detuvo debajo de un árbol frutal y susurró en voz alta el secreto del príncipe.
— ¡Qué bien me siento ahora!

Al día siguiente regresó el príncipe.

— ¿Has guardado mi secreto, Celia?

—Sí, alteza. ... (ver texto completo)