Con las risotadas del loro resonando en sus oídos, Pinocho regresó a Trampa de los Bobos y se personó en el Tribunal del
pueblo para reclamar justicia. Una vez en presencia del presidente del tribunal, un viejo y sabio gorila, acusó al gato y al zorro de fraude y robo. Cuando el juez hubo escuchado las pruebas, golpeó la mesa con su mazo y dictó sentencia: