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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

El pasodoble de la tarde
Foto enviada por Qnk

—Qué forma de perder el tiempo —se quejaron los conejos— Otro viaje en balde.
¡Amigos! ¡Pinocho se tomó el amargo líquido de un solo trago!
— ¿Para llevarme? —protestó Pinocho—. ¡Pero si no estoy muerto! ¡Hada! ¡Oh, hada! ¡Dame la medicina, por favor!
—Hemos venido para llevarte con nosotros —dijo el conejo jefe.
En esto se abrió la puerta y entraron cuatro conejos, portando un ataúd para Pinocho.
Entonces, el hada tocó la frente de Pinocho. Todavía tenía mucha fiebre y se encontraba muy malito, así que le preparó una medicina. Pero como ésta era amarga, el muñeco se negó a tomarla. El hada le dio azúcar para endulzar el gusto, pero ni por ésas, Pinocho se tragó el azúcar y dejó la medicina.
—Cuando un muerto llora, es señal de que se recupera —dijo el buho— Creo que ya podemos irnos, caballeros.
Pinocho rompió a llorar. Su llanto alegró a los médicos, pues significaba que su paciente estaba vivo.
—Yo he visto antes a este muñeco. Es un bribón, un hijo díscolo que matará a su papá a disgustos.
Al poco, junto a su cama se reunieron tres médicos —un buho, un cuervo y un grillo— que dispusieron un tratamiento para salvar al paciente, Lo primero que oyó Pinocho al despertarse fue la voz del grillo:
Resultó que la propietaria de la casita cercana era una hermosa hada, que llevaba más de mil años viviendo en el bosque. Ella lo había observado todo desde una ventana. Así que, cuando hubieron desaparecido los ladrones, el hada envió su mejor carruaje, conducido por un perro de lanas y tirado por cien parejas de ratones blancos, a que trasladaran el cuerpo de Pinocho hasta la casita.
Mientras el flaco cuernecito de Pinocho se balanceaba en el viento de la noche, pensó en todas las advertencias que le habían hecho, hasta que le falló la respiración y se quedó tieso.
—Volveremos mañana, cuando estés muerto, con la lengua colgando.
Los dos ladrones se alejaron, diciendo:
Con un ruido horrible, como el gruñido de un zorro, el más alto de los dos ladrones sacó una soga de debajo de su capa y la puso alrededor del cuello de Pinocho. Segundos después, el pobrecillo pendía del árbol más cercano.