¿tienes un bar?

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

El pasodoble de la tarde
Foto enviada por Qnk

—Con que pretendías engañarnos, ¿eh? Tienes el dinero debajo de la lengua. ¡Ya sabremos nosotros cómo sacártelo!
— ¡No, no! —exclamó el pobre Pinocho, haciendo sonar las monedas en la boca.
Pinocho saltó al suelo con un gran brinco y salió corriendo. Atravesó una zanja y, al volverse, vio a los ladrones que caían en ella. Pero no tardaron en salir y emprender de nuevo su persecución. Entonces, cuando ya Pinocho sentía que le flaqueaban las fuerzas, vio una casita y se acercó a ella. La mala suerte le acompañaba, porque, antes de que pudiera alcanzar la puerta, unas vigorosas manos le agarraron por el pescuezo, al tiempo que una voz cavernosa exclamaba:— ¡La bolsa o la vida! Pinocho ... (ver texto completo)
Los ladrones estaban cada vez más cerca, así que Pinocho se metió cuatro monedas de oro en la boca y se encaramó a un árbol. ¡Allí estaría seguro! Pero al mirar abajo vio que los ladrones prendían fuego al árbol y las llamas cada vez se acercaban más a él.
Pinocho le entregó una de sus cinco preciosas monedas de oro e inmediatamente se puso en camino. Unas nubes oscuras tapaban las estrellas, y él comenzó a silbar para no desanimarse. ¡Qué lúgubre parecía todo! Más adelante, donde la carretera atravesaba un tupido bosque, Pinocho oyó un susurro de hojas a sus espaldas. Allí, envueltas en la oscuridad, había dos figuras encapuchadas, ¡y le estaban persiguiendo!
—El zorro y el gato han tenido que salir temprano. Se reunirán contigo en el campo de los milagros, si es que sabes llegar allí tú solo. A propósito, ¿te importaría pagar la cuenta de los tres?
Después de la colación, el zorro pidió habitaciones para los tres, y fueron a acostarse, dejando dicho que les despertaran a medianoche. Cuando a la hora señalada el posadero despertó a Pinocho, tenía para él extrañas noticias.
El gato engulló treinta y cinco raciones de pescado y cuatro de tripa, mientras que el zorro daba cuenta de una docena de perdices, seis conejos y unas liebres. Pinocho, en cambio, no probó bocado, pues no hacía más que pensar en la gran jornada que se avecinaba.
— ¡Miren! —dijo el zorro de repente—. Ahí está la posada del cangrejo rojo. Podemos comer algo y continuar a medianoche para llegar al campo de los milagros mañana al amanecer.
Pinocho y sus amigos

Junto con sus dos sospechosos acompañantes, el zorro y el gato, Pinocho seguía su marcha cuando se puso el sol. Sus nuevos amigos le habían contado que existe un lugar donde podían hacerse ricos muy fácilmente, se llamaba el Campo de los Milagros (aunque su padre le dijo que fuera con cuidado con sus nuevos amigos y no confiara en ellos, hasta que le demostraran su amistad.)