Pinocho le entregó una de sus cinco preciosas monedas de oro e inmediatamente se puso en
camino. Unas nubes oscuras tapaban las estrellas, y él comenzó a silbar para no desanimarse. ¡Qué lúgubre parecía todo! Más adelante, donde la
carretera atravesaba un tupido bosque, Pinocho oyó un susurro de hojas a sus espaldas. Allí, envueltas en la oscuridad, había dos figuras encapuchadas, ¡y le estaban persiguiendo!