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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

En el patio de la ermita
Foto enviada por Qnk

— ¡Sólo un día más! ¡Ojalá consiga portarme bien un día más!
Aquella noche, acostado en la cama, Pinocho apenas pudo conciliar el sueño por lo excitado que estaba.
—Voy a concederte tu deseo. Dejarás de ser un muñeco de madera. ¡Mañana por la noche te convertirás en un chico de verdad!
le dieron un premio por ser el mejor estudiante de la escuela, y su conducta era tan excelente que el hada estaba muy complacida con él. Al Llegar de la escuela, le dijo:
Había aprendido la lección, y mantuvo su palabra durante todo un año. Al verano siguiente
Pinocho le prometió repetidas veces que se enmendaría. Y lo decía en serio. ¡No quería volver a vivir una experiencia como aquélla!
—Sabes que has obrado mal. Te perdono una vez más. Pero pobre de ti si vuelves a portarte mal…
Cuando recobró el conocimiento, estaba acostado en un sofá de la casa y el hada se hallaba junto a él. No estaba enfadada, pero advirtió a Pinocho:
Pinocho se lanzó vorazmente sobre la bandeja, mas comprobó horrorizado que los alimentos eran de mentirijillas. ¡Eran de cartón! Desfallecido tras las experiencias de aquel día, se desmayó.
—En seguida —dijo el caracol, y regresó

dos horas más tarde trayendo pan, pollo asado y fruta en una bandeja de plata.
— ¡Por lo menos tráeme algo de comer! —le rogó el muñeco— ¡Estoy muerto de hambre!
—No puedes entrar todavía — dijo—. El hada sigue acostada.
¡Pobre Pinocho! No podía hacer otra cosa que esperar. Permaneció junto a la puerta toda la noche, hasta que por fin se abrió al amanecer. ¡El caracol había tardado nueve horas en bajar a la planta baja!
Al rato dieron las doce de la noche, luego la una, después las dos, y la puerta permanecía cerrada.
— Hijo mío, es inútil que llames de esa forma. Soy un caracol, y no puedo ir más de prisa.