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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Gorras
Foto enviada por eufra7dos@hotmail.com

Pocos días después llegó la vieja.

-Venga, pase junto al fuego y bébase una taza de té mientras me enseña sus telas -le dijo Rosabel.

La anciana lanzó una risotada y ató su burro cerca de la casita. Al escuchar esa risa, Gobolino levantó las orejas, se la quedó mirando fijamente y pensó: “Sólo las brujas se ríen así y tienen esas narices tan largas y tan ganchudas.”
Rosabel, que era muy coqueta, cada noche le pedía a su abuelo dinero para comprar un vestido. Tanto le rogó y le suplicó que por fin el anciano le dio una moneda de plata. A la joven ya sólo le tocaba esperar a que pasara la vieja vendedora de telas de seda y satén.
Por toda respuesta Gobolino dejó oír un maullido largo y tristón.

El anciano no podía creer que un gato tan bonito pudiera hacer algo realmente malo y se negó a echarle. Al principio Rosabel anduvo enfurruñada y no le hablaba; pero después de unos días también a ella empezó a gustarle Gobolino. Cada mañana Gobolino se instalaba cómodamente en una silla mientras Rosabel lavaba los platos y preparaba la comida.
- ¡Sácale de ahí! -gritó-. ¡Sácale de aquí! ¡Es un gato embrujado! El hizo que se derrumbara la torre y despertó al dragón. ¡Echale, abuelo!

Pero el leñador alzó a Gobolino en brazos y le habló con ternura.

- ¿Es verdad eso? ¿Eres un gato embrujado?
- ¡Rosabel! ¿Qué estás haciendo ahí? -gritó el anciano-. ¿Por qué no estás con tu señora en la torre?

Antes de que ella pudiera responder, vio a Gobolino en la

Gobolino el gato faldero
Gobolino el gato faldero

puerta.
- ¡Bueno, bueno! ¿De dónde has salido tú? ¿Tienes hambre, quizás?

Seguro que te apetece un platillo de leche. Entra en la casa y te daré de comer. Gobolino se quedó atónito. En la cocina estaba Rosabel, la criada que cuidaba de la dama Alicia en la torre del bosque. ¡Era la nieta del leñador!
Gobolino, el gato faldero

Una noche oscura, Gobolino trotaba por un camino solitario a través de un bosque, cuando vio ante sí a un viejo leñador, caminando con un pesado fardo de leña a sus espaldas. Gobolino se sentía solo y perdido, y se alegró mucho de encontrar a alguien. Silenciosamente siguió al leñador hasta que llegaron a una casita. El viejo dejó caer su carga de madera, se apercibió de la presencia del gatito y le dijo:
jejeje, estas son las mejores, para cuando "pega" manolillo, ah! y muy patriotas.