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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Textos de ayuda escolar
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Argentina ... (ver texto completo)
Abdul estaba muy cansado cuando se tumbó en su cama de piel de oveja. Se durmió inmediatamente y soñó que estaba de vuelta en las estrechas calles del pueblo.
Abdul y su familia cenaron cordero y bebieron leche de cabra. Comió con los dedos como suelen hacerlo los árabes.
Su madre y su padre estaban muy contentos y aliviados de verlo. Habían temido por su vida. Su madre se puso muy contenta en cuanto Abdul la obsequió con la pulsera de plata para su tobillo.
El camello se acostó y cerró la nariz y los ojos. Abdul se envolvió su abrigo a su alrededor y se escondió detrás del camello hasta que el viento dejó de soplar. Luego reanudó su viaje hacia su casa. El sol se había puesto. Empezaba a hacer frío. Su abrigo de lana pudo protegerlo del frio.
Cuando ya estaba un poco cansado, y el cielo había tomado un color amarillo extraño. El viento comenzó a soplar. Cada vez más fuerte, silbando. Después de unos minutos golpeaba duramente la cara de Abdul. No podía ver nada. Sus ojos y su boca estaban llenos de arena.
Abdul estuvo sentado en la plaza del mercado, hasta que vendió toda su madera. Entonces pensó en comprar un regalo para su madre con el dinero que había ganado. Ató la pata delantera a su camello para que no se escapara. Busco una joyería, y compró una cadena de tobillo de plata para su madre. Había muchos puestos para ver en el mercado! Quería verlos todos. Paseó por las calles a la derecha y la izquierda.
Ella compró un poco de madera de Abdul. Luego se comió algunos datiles para almorzar. (los datiles son los frutos de unos arboles que se llaman palmeras y crecen en el desierto.
Abdul oyó de repente una voz. Miró hacia arriba. Frente a él había una mujer árabe que lleva un

vestido marrón. Abdul se levantó. Podía ver sus ojos oscuros mirando a través de la apertura de su

velo.
Para él era una aventura. Cuando llegó a la plaza del mercado, se sentó junto a su camello y

esperó a que alguien viniera y comprara su madera. Observó la burros, vacas, ovejas, camellos y personas que abarrotaban las calles.
Poco a poco fueron entrando por las estrechas calles del pueblo, Abdul se sentía muy contento.
Los chicos se separaron al llegar al pueblo, pero dijeron que esperaban verse pronto.
Las llevo a la almazara, para que las espriman y obtengamos aceite de oliva.
Pero esas aceitunas no se pueden comer?, Pregunto Abdul. No, se rió Hammed,
Sí, respondió Hammed, dormimos en una choza hecha de piedras y adobe. Cada día subiamos con escaleras para llegar a las aceitunas que estaban sobre los árboles, sacudiamos las ramas, y así las aceitunas maduras caen al suelo.