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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

La ventana
Foto enviada por Qnk

Una noche, Bella le vio arrastrándose por el césped, bajo el claro de luna. Impresionada, intuyó en seguida que iba a la caza de comida. Cuando él levantó los ojos, la vio en la ventana. Se cubrió la cara con las garras y lanzó un rugido de vergüenza.
Pasearon los dos por el jardín y a partir de entonces la Bestia fue a menudo a hablar con Bella. Pero nunca se sentó a comer con ella en la gran mesa.
- ¡No tengas miedo. Bella! Sólo he venido a desearte buenos días y a preguntarte si estás bien en mi casa.

-Bueno… Preferiría estar en la mía. Pero estoy bien cuidada, gracias.

-Bien. ¿Te importaría si paseo un rato contigo?
Un día, mientras ella paseaba por el jardín, la Bestia salió de detrás de un árbol. Bella no pudo evitar un grito, mientras se tapaba la cara con las manos. El extraño ser hablaba tratando de ocultar la aspereza de su voz.
Bella no tenía miedo en una casa tan acogedora, pero se sentía tan sola que empezó a desear que la Bestia viniera y le hablara, por muy horrible que fuera
Nadie la recibió. No vio a la Bestia en muchos días. En la casa todo era sencillo y agradable. Las puertas se abrían solas, los candelabros flotaban escaleras arriba para iluminarle el camino de su habitación, la comida aparecía servida en la mesa y, misteriosamente, era recogida después…
- ¿Dijo que no me haría ningún daño, de verdad, papá?

-Me dio su palabra, cariño.

-Entonces dame el anillo. Y por favor, no os olvidéis de mí.

Se despidió con un beso, se puso el anillo y le dio tres vueltas.

Al segundo, se encontró en la mansión de la Bestia.
Fuera, en la nieve, esperaba el caballo, sorprendentemente curado de su cojera, ensillado y listo para la marcha. La vuelta a casa fue un calvario para aquel hombre, pero aún peor fue la llegada cuando les contó a sus hijas lo que había sucedido. Bella le preguntó…
El padre de la chica accedió al horrible trato y la Bestia le entregó un anillo mágico. Cuando Bella diera tres vueltas al anillo, se encontraría ya en la desolada mansión.
-Demasiado tarde. Ahora tienes que llevártela… y enviarme a tu hija en su lugar.

- ¡No! ¡No! ¡No!

-Entonces te devoraré.

-Prefiero que me comas a mí que a mi maravillosa hija.

-Si me la envías, no tocaré un solo pelo de su cabeza. Tienes mi palabra.
... (ver texto completo)
-Ibas a robarme mi rosa ¿eh? ¿Es ésa la clase de agradecimiento con que pagas mi hospitalidad?

El hombre casi se muere de miedo.

-Por favor, perdonadme, señor. Era para mi hija Bella. Pero la devolveré al instante, no os preocupéis.
¿Era un hombre o una bestia? Vestía ropas de caballero, pero tenía garras peludas en vez de manos y su cabeza aparecía cubierta por una enmarañada pelambrera. Mostrando sus terribles colmillos gruñó:
- ¡Una rosa roja! ¡Qué suerte! Al fin Bella tendrá su regalo.

Comió cuanto pudo, se levantó y tomó la rosa de su jarroncito.

Entonces, un rugido terrible llenó la estancia. El fuego de la chimenea pareció encogerse y las velas temblaron. La puerta se abrió de golpe. El jardín nevado enmarcaba una espantosa visión.
Cuando se dio cuenta, era ya por la mañana. Se levantó, sintiéndose maravillosamente bien, y se sentó a la mesa, donde le esperaba el desayuno. Una rosa con pétalos rojos, puesta en un jarrón de plata, adornaba la mesa. Con gran sorpresa exclamó:
Tras haber comido y bebido todo lo que quiso, se fijó en un gran sofá que había frente al fuego, con una manta de piel extendida sobre el asiento. Una esquina de la manta aparecía levantada como diciendo: “Ven y túmbate.” Y eso fue lo que hizo.