- ¿Entonces, cómo podrían distinguirnos? -respondió Coyote- Me señalarían diciendo: “Ahí va el Hombre”. Y señalando al Hombre dirían: “Ahí va Coyote”, No, no, no, no. El Hombre tiene que ser distinto.
Yo supongo que el Hombre debe ser exactamente como tú. Coyote -gruñó el oso colmenero.
- ¡Qué animales más tontos! ¡No sé en qué estaría pensando cuando os hice! Todos queréis que el Hombre sea exactamente igual a vosotros.
Coyote se puso en pie de un salto y se colocó en el centro del círculo.
Sólo sabes decir eso? -se quejó la lechuza-. ¿Acaso no tienes ninguna idea?
- ¿Como las tuyas? -preguntó Coyote.
- ¡Estáis todos loo-cos! -gritó la lechuza- ¿Y las alas? Si queréis que el Hombre sea el mejor de los animales, tenéis que ponerle alas.
-Me parece que el Hombre es demasiado grande -chilló el ratón-. Sería mucho mejor si fuese pequeño.
-No hay nadie que pueda construir diques como yo -dijo el castor, fanfarroneando.