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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

El chocolate de la merienda
Foto enviada por eufra7dos@hotmail.com

¡Mi madre! Diez añitos ni más ni menos contaba yo en aquella fecha. Bueno, exactamente diez y cuatro días... ¡Ay Señor...!
Buenos días a tod@s, y del chocolate Josefillo no tienes foto, aún me acuerdo de el, me lo daba mi tío Santos.
Luego convidó a todo el mundo a un banquete en el que los perros mágicos eran los invitados de honor. Y cuando los perros vieron el gran festín dispuesto ante ellos ¡sus ojos se hicieron más grandes que nunca!
—La adivina afirmó que la princesa se casaría con un soldado raso, y así será —dijo el soldado.
Volaron tan alto que ya no volvieron descender, y la muchedumbre rogó al soldado que fuera su nuevo rey y que se casara con la princesa.
— ¡Salvadme, mis fíeles perros! ¡Salvadme!

Todos retrocedieron asombrados al ver a tres extraños perros acudir corriendo junto al soldado. Uno tenía unos ojos grandes como platillos. Otro tenía unos ojos grandes como platos soperos. El tercero tenía unos ojos grandes como ruedas de carreta. Los tres se abalanzaron sobre el rey y la reina y los lanzaron por los aires.
— ¿Puedo fumar mi pipa antes de morir?

El rey accedió a su ruego y el soldado sacó su cajita de yesca y la prendió una, dos, hasta tres veces.
Al amanecer, una gran muchedumbre se congregó frente a la prisión para ver cómo ahorcaban al soldado. Cuando el verdugo puso la soga alrededor del cuello del soldado, éste se volvió al rey y le rogó:
— ¡Ningún plebeyo puede ver a mi hija y seguir vivo! Mañana por la mañana morirás —dijo el rey. Y mandó que encerraran al soldado en prisión.
Aquella noche, el perro acudió de nuevo a buscar a la princesa. Mientras corría por las calles, no observó que del bolso se escurría un reguero de harina. Y a la mañana siguiente el rey y la reina pudieron seguir el rastro blanco que les condujo directamente al soldado.
Pero por si acaso no lo fuera, la reina confeccionó un bolso de seda, lo llenó con harina fina e hizo un agujero en el fondo. Luego, disimuladamente, lo cosió al camisón de la princesa.
— ¡Un soldado! —exclamó el rey.

— ¡Un soldado! —exclamó la reina-Espero que, efectivamente, se trate de un sueño.
—Anoche tuve un sueño maravilloso. Soñé que un enorme perro me transportaba por toda la ciudad y que más tarde me besó un soldado.
A la mañana siguiente, la princesa les dijo al rey y a la reina:
—Es todavía más bella de lo que imaginé —dijo el soldado suspirando, y la besó con ternura. Luego, el perro la llevó de regreso a palacio.