— ¡Salvadme, mis fíeles perros! ¡Salvadme!
Todos retrocedieron asombrados al ver a tres extraños perros acudir corriendo junto al soldado. Uno tenía unos ojos grandes como platillos. Otro tenía unos ojos grandes como platos soperos. El tercero tenía unos ojos grandes como ruedas de
carreta. Los tres se abalanzaron sobre el rey y la reina y los lanzaron por los aires.