- ¡Pues NO os la comeréis ninguno de vosotros! contestó Marcelina. Me la comeré yo, con todos mis hijos. Y así lo hizo. Llamó a sus pollitos y la compartió con ellos.
- ¡Yo, yo! dijo el perro.
- ¡Yo, yo! dijo el gato.
- ¡Yo, yo! dijo el pato.
– Y ahora, ¿quién comerá la barra de pan? volvió a preguntar la gallinita roja.
Y con la harina hizo una hermosa y jugosa barra de pan. Cuando la tuvo terminada, muy tranquilamente preguntó:
– Muy bien, lo llevaré y lo amasaré yo, contestó Marcelina.
– Yo no, dijo el perro.
– Yo no, dijo el gato.
– Yo no, dijo el pato.
- ¿Quién me ayudará a llevar el trigo al molino para convertirlo en harina?
Estaba muy enfadada con los otros animales, así que se puso ella sola a trillarlo. Lo trituró con paciencia hasta que consiguió separar el grano de la paja. Cuando acabó, volvió a preguntar:
Y la gallina, con mucho esfuerzo, segó ella sola el trigo. Tuvo que cortar con su piquito uno a uno todos los tallos. Cuando acabó, habló muy cansada a sus compañeros: