-Podríamos ir allá, aquí hace mucho frío – sugirió el borrico.
Y siguieron su camino los cuatro músicos. Como estaba oscureciendo, se adentraron en un bosque para pasar en él la noche. Pero atisbaron a lo lejos una luz que parecía venir de una casa.
-No te resignes con tu fúnebre suerte; únete a nosotros. Tienes muy buena voz y nuestra orquesta te necesita- le animó el burro.
– He oído a mi dueña decir que vaya cebando para la Navidad. Por eso, mientras viva, lamentaré mi triste destino.
Partieron juntos. En su recorrido pasaron por delante de una granja donde había un gallo cacareando con todas sus fuerzas.