Decidida la tortuga salió de la jaula y comenzó a
bailar a la vez que tocaba, mientras los tres hijos de su captor la aplaudían con gran regocijo.
Dos, tres, cuatro y hasta cinco piezas bailó y tocó la tortuga, pero calculando que el hombre estaba por regresar de un momento a otro, lo cual le impediría llevar a buen término su plan, pidió a los niños que le dejaran descansar y estirar un poco las piernas en los alrededores de la
casa para seguir luego regalándoles su
arte.