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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Nevada en diciembre
Foto enviada por eufra7dos@hotmail.com

Toda Liliput estaba asombrada de la benevolencia mostrada por Gulliver hacia los hombres que habían intentado matarlo y corrieron a darle la noticia al emperador. Todos los ministros de Estado se hallaban reunidos en la corte para discutir lo que había de hacerse con el extraño gigante que las olas habían arrojado a la playa de Liliput.
Pero Gulliver lo depositó suavemente en el suelo y luego colocó a los otros cinco junto a él. Rápidos como el rayo, todos salieron corriendo tan deprisa como se lo permitían sus piernecillas.
Gulliver tomó en sus manos a sus atacantes y se metió a cinco en el bolsillo. Al sexto lo sostuvo frente a su boca abierta como si fuera a tragárselo. ¡Cómo gritaba y chillaba aquel hombrecillo!
Pero no todos los habitantes de Liliput se sentían felices de tener a un gigante encadenado tan cerca de la población. Aquella noche, un grupo de hombres se deslizaron furtivamente entre los guardias y atacaron a Gulliver con sus flechas, lanzas y cuchillos. Rápidamente fueron rodeados por la guardia personal del emperador, que les ataron las manos a la espalda. Con el puño de su afilada lanza, el capitán de la guardia fue empujando a los atacantes más y más cerca de las manos extendidas de Gulliver, ... (ver texto completo)
Al fin terminó la visita real y Gulliver se quedó a solas en el templo…, a solas, exceptuando a los cientos de soldaditos que le custodiaban.
Las elegantes damas de la corte parecían escandalizadas y se taparon los ojos cuando vieron a Gulliver tomar cada carreta una por una y engullir la comida que le habían ofrecido. Al verle tragar barriles enteros de vino algunas hasta se desmayaron.
Al mirar a la multitud que había congregada a sus pies, Gulliver pudo distinguir a las damas de la corte por sus lujosos ropajes. Cuando se inclinaron ante él con una reverencia, sus mantos de raso y las colas plateadas lanzaban destellos. Eran todas tan bonitas que Gulliver sintió deseos de tomar a una en sus manos para examinar “más de cerca sus diminutos vestidos. Pero era demasiado educado para hacer semejante cosa.
Cerca del templo había una elevada torre, casi tan alta como el propio Gulliver y, con mucho, el edificio más alto de Liliput. El emperador y sus cortesanos subieron las escaleras de la torre para ver mejor a Gulliver. Luego se dirigieron a él a través de bocinas. Pero aunque Gulliver les habló en inglés, alemán, francés, español e italiano, aquéllos parecían no entender una palabra de lo que les decía, y él no lograba entenderles a ellos. El emperador bajó de la torre y dio unas palmadas. De inmediato ... (ver texto completo)
A cierta distancia de la muchedumbre había un magnífico caballo, sobre el cual iba sentado el emperador, de porte majestuoso. Más alto y bien parecido que el resto de la gente que había visto hasta entonces Gulliver, el emperador de Liliput lucía un casco de oro, incrustado con piedras preciosas y decorado con un airoso penacho. En su diestra sostenía una espada casi tan grande como él, con la empuñadura engarzada con brillantes. El caballo, al ver a Gulliver, se encabritó asustado; entonces el emperador ... (ver texto completo)
Cuando se despertó, Gulliver comprobó que habían cortado todas las ligaduras que le sujetaban. Se levantó despacio y miró a su alrededor. Asombrado, vio a sus pies una ciudad entera en miniatura, con casas, calles y parques. Miles de personajillos le contemplaban con la boca abierta.
La procesión se detuvo a las afueras de la población, junto a las ruinas de un viejo templo. Allí fue trasladado Gulliver, donde le colocaron pesadas cadenas en las piernas aseguradas con cientos de candados.
Mientras dormía, quinientos carpinteros e ingenieros construyeron una estrecha carreta de madera para trasladarlo a ver al emperador de Liliput. Fueron necesarios novecientos hombres armados con palos para colocarlo sobre la carreta y más de mil caballos para transportarlo a la ciudad.
Gulliver trató de hacerle entender al hombrecillo que estaba hambriento y sediento. Pero cuando le trajeron una bebida, ¡resultó estar drogada! Total que quedó dormido.
Gulliver le respondió: -No comprendo. ¿Dice usted que su país se llama Liliput?
- ¡Hilo bigismo ad poples Liliput! Ig Golbasto magnifelus Emperoribory… -gritó el hombrecillo al oído de Gulliver.