Rebaja tu factura AQUÍ

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Super HUMOR, 13, Rue del Percebe
Foto enviada por eufra7dos@hotmail.com

El corazón de Alfege, amable, reconoció una deuda con su hermano, y le ofreció compartir el trono. Ambos reinaron, en una historia hasta entonces nunca vista, durante muchos años y en buena salud. Y, como la bondad siempre impera, fueron amados y admirados allá donde fueron. Y pronto, en todo reino y en cada rincón, fueron conocidos en buena fama.
El Rey Alfege no tardó en contraer matrimonio con la persona que realmente amaba: Zaida. El gozo se completó cuando a la boda acudió la Reina Amable. Ésta se aseguró que el Hada de la Montaña, única persona que podía obrar en contra de Alfege, perdía todo el poder sobre el nuevo Rey. Para ello, la obligó a pasar un tiempo con los recién casados, agasajándolos con costosos regalos, y finalmente se retiró para siempre a su lejano país.
Alfege se arrojó a los brazos de su hermano y, juntos, abrazados, acudieron al palacio real. En presencia de toda la corte el Príncipe Alfege se convirtió en Rey, y su hermano portó el honor de colocarle la corona. Para disipar cualquier sombra de duda sobre su identidad, pues nadie daba crédito a la reaparición del joven apuesto, el Rey Alfege mostró el rubí que la Reina Amable le había regalado en su infancia para protegerse. Mientras todos clavaban la mirada en el sello, éste estalló con un ruido ... (ver texto completo)
El Rey acabó reconociendo en él a su medio hermano, quien había desaparecido hace años y había sido dado por muerto. En todo momento, como hemos podido contemplar, el Rey había mostrado un talante elegante y justo, no se había dejado persuadir por las malévolas pretensiones de su madre, y no iba a ser menos en ese instante. Con una honradez inusitada, reconoció el derecho al trono de Alfege, y abdicó en su favor allí mismo, frente a la mirada atónita de todos, al tiempo que le besaba la mano en señal ... (ver texto completo)
Sin andarse con rodeos, el Rey les dijo a la madre y la hija que era consciente del complot contra su persona, y merecía unas explicaciones al respecto. Antes de que ninguna de ellas respondiese, Alfege entró en escena valientemente, reclamando la atención y reconociendo su responsabilidad. Su forma de hablar era tan digna, entusiasta y con gracia, que todos los presentes lo escucharon absortos.
La Reina, malvada, por otro lado, sentía creciente una ansiedad, pues había reconocido desde el primer instante a Alfege en el mono que su hijo había tomado como mascota. Sospechas que habían sido confirmadas por el Hada de la Montaña. Buscaba pues la mezquina monarca la forma de deshacerse del mono. Con su falsedad, acudió a su hijo, el Rey, y lloró al tiempo que le contó que le habían llegado noticias de que había gente que conspiraba para destronarlo. El Rey prometió aniquilar a todo aquel que ... (ver texto completo)
El suspense no se mantuvo largo rato, pues casi de inmediato la piel del mono se desprendió y el Príncipe Alfege hizo acto de aparición, conservando cada ápice de belleza y encanto que tenía. El regocijo del reencuentro se escapa a cualquier descripción con palabras, momento tras el cual el Príncipe pasó a relatar sus aventuras y sufrimientos por el desierto. También confesó que la Reina Amable le había ayudado a facilitar un encuentro con su medio hermano, quien ahora era el Rey. Para ponerse al corriente, Alfege, Zaida y su madre necesitaron conversar durante días. En todo ese tiempo, la institutriz no dejó de pensar en cómo aupar a Alfege al trono, el cual le pertenecía por derecho. ... (ver texto completo)
Dicho fluido debía ser usado para lavar a aquello que la mujer tuviese más en mente en ese momento, acompañado de un baño de rosas. La institutriz no paraba de darle vueltas al sueño, así que, en vela, se levantó y corrió hacia el jardín, donde encontró todo tal y como la Reina Amable le había comunicado en la epifanía. Se apresuró a despertar a Zaida y juntas, sin que nadie más lo supiese, dispusieron un baño de rosas en una gran tina de jaspe, y lavaron al mono con el líquido verde.
Al día siguiente, estando ambas sentadas junto a los jazmines del jardín, comenzaron a hablar sobre el mono verde, mientras éste las observaba desde arriba, en una rama. La madre, que le había dado vueltas a un pensamiento, le dijo a su hija que estaba convencida que el mono no era otro que el Príncipe Alfege. Los gestos airados y el llanto del mono arriba parecían confirmar sus palabras.
Al caer la noche, mientras la señora institutriz dormía, un sueño premonitorio le arrancó de la cama. En él, ... (ver texto completo)
Así fue como, una tarde, mientras estaban sentadas en el jardín junto a la fuente, el mono fijó su mirada en Zaida, con una mezcla de tristeza y amor tan profunda que madre e hija quedaron conmovidas. La emotividad se hizo más intensa cuando unos lagrimones empezaron a rodar por las mejillas del mono.
Por otro lado, mientras una mañana la institutriz de Alfege y Zaida estaban solas en casa, el mono, quien se había escapado del palacio, entró por su ventana. El mono se comportaba de forma tan agradable y delicada que, pasado el susto, madre e hija se apegaron a su sorprendente invitado. Se había ganado sus corazones. Pero no hubo de pasar tanto tiempo hasta que el Rey descubrió dónde se había escapado su mascota, y mandó apresarlo de nuevo.
Cuando fue a por él, siempre con buenos modales pues ... (ver texto completo)
El nuevo y joven Rey, hijo de la malvada Reina, tenía pasión por la caza, y a menudo salía como pasatiempo junto a los más nobles jóvenes del reino. Fue precisamente una larga mañana de cacería cuando un giro se produjo en la historia. Durante el descanso del almuerzo, junto a un arroyo y dentro de una tienda montada para la ocasión, el rey avistó en una rama un mono de un color verde brillante, el cual le miraba tiernamente. El Rey prohibió a sus cortesanos hacerle ningún mal y el mono, vista la ... (ver texto completo)
Pobre y entristecido gentío, regresad a vuestro reino, pues buscáis en vano a vuestro príncipe. Y sabed que él no volverá hasta que no hayáis errado en reconocerlo durante un tiempo”. Dichas las palabras, el mono desapareció, dejando a la plebe perpleja. Viendo que sus esfuerzos no sirvieron para nada, regresaron al reino. Una vez comunicada la triste noticia de la desaparición, el Rey se apenó hasta tal punto que cayó enfermo y falleció no mucho tiempo después.
La ambición de la Reina se desbocó, pues con el fallecimiento del monarca y la desaparición del heredero, vio a su hijo coronado y a ella misma con un poder casi ilimitado. Pero la Reina no era querida en su reino, pues los lugareños amaban a su Rey y su príncipe verdadero, y todos creían que la mezquindad de la nueva Reina Madre había obrado en su favor. De tan impopular que era, una revolución se erigió en pos de una nueva causa.
Entre tanto, la institutriz del Príncipe Alfege perdió a su amado marido, y hubo de seguir adelante con el cariño de su hija Zaida, quien se había convertido en una chica maravillosa y adorable. Ambas lloraban juntas las tremendas pérdidas sufridas recientemente. ... (ver texto completo)
Cuando el Príncipe comenzó a viajar de aquí para allá, era normal que esta pareja, y una larga comitiva, lo acompañasen. Dentro de los dominios de su padre todo era sencillo y agradable, pero los problemas arreciaban al propasar las fronteras. Una vez, se enfrentaron a un desierto plano sobre el que pendía constantemente un sol abrasador. Aunque refugiados bajo un grupo de árboles, la sed arreciaba y hacía daño. Tuvieron la suerte de toparse con un pequeño arroyo, el cual el Príncipe tastó por necesidad ... (ver texto completo)
Estamos hablando de un momento en el que el Príncipe Alfege contaba ya con catorce años de edad, y ostentaba una belleza y una vigorosidad sin parangón. A lo largo de la infancia había sido criado por una de las grandes Damas de la Corte, quien primero fue su enfermera y posteriormente su institutriz. El cargo pasó tras ello a manos de su marido, que ejerció como su tutor y gobernador. Como el roce hace el cariño, es de imaginar el tremendo afecto que esta familia le profesaba a Alfege, y cómo éste ... (ver texto completo)