Pobre y entristecido gentío, regresad a vuestro reino, pues buscáis en vano a vuestro príncipe. Y sabed que él no volverá hasta que no hayáis errado en reconocerlo durante un tiempo”. Dichas las palabras, el mono desapareció, dejando a la plebe perpleja. Viendo que sus esfuerzos no sirvieron para nada, regresaron al reino. Una vez comunicada la triste noticia de la desaparición, el Rey se apenó hasta tal punto que cayó enfermo y falleció no mucho tiempo después.
La ambición de la Reina se desbocó, pues con el fallecimiento del monarca y la desaparición del heredero, vio a su hijo coronado y a ella misma con un poder casi ilimitado. Pero la Reina no era querida en su reino, pues los lugareños amaban a su Rey y su príncipe verdadero, y todos creían que la mezquindad de la nueva Reina Madre había obrado en su favor. De tan impopular que era, una revolución se erigió en pos de una nueva causa.
Entre tanto, la institutriz del Príncipe Alfege perdió a su amado marido, y hubo de seguir adelante con el cariño de su hija Zaida, quien se había convertido en una chica maravillosa y adorable. Ambas lloraban juntas las tremendas pérdidas sufridas recientemente.
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