El anciano Simbad le contó que, en el último de sus viajes, había sido vendido como esclavo a un traficante de marfil. Su misión consistía en
cazar elefantes. Un día, huyendo de un elefante furioso, Simbad se subió a un
árbol. El elefante agarró el tronco con su poderosa trompa y sacudió el árbol de tal modo que Simbad fue a caer sobre el lomo del animal. Éste le condujo entonces hasta un
cementerio de elefantes; allí había marfil suficiente como para no tener que matar más elefantes.