Agotado, Pinocho se quedó tendido en la
playa mientras, poco a poco, el
cielo se despejaba y el
mar se calmaba. Puso sus ropas a secar al sol, y clavó la vista en el horizonte por si veía el barquito de Geppetto. Mas no vio nada. De repente, apareció un enorme pez nadando en la
bahía, junto a la orilla. Pinocho le dijo: —Disculpe, señor Pez. —Tú dirás,
joven —contestó el pez, que era un delfín, muy simpático por cierto.