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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Farola de forja
Foto enviada por Qnk

No es difícil imaginar que las ovejitas estuvieron muy contentas durante los primeros días de hierba fresca y de libertad; pero no así cuando comenzaron a notar que ciertas madrugadas desaparecía una de ellas y cada vez el tigre se volvía más gordo y dormilón.
Y colorín colorado, que este cuento se ha acabado.
-No niego que el tigre sea uno de los riesgos de la libertad: pero, ¿qué es preferible: la pradera abierta con tigre o el corral perpetuo?
Después de este concepto, la oveja negra no tuvo necesidad de aclarar que al tigre le hacía daño la carne de cordero, porque dejando a La Mechuda con su desconfianza, el resto del rebaño atropelló la cerca de alambre y se perdió por los cerros en busca de pastos en flor.
Habló así, entonces, La Motosa, la de los rulos en la lana, que por continuo mirar a las lejanías de los páramos tenía fama de clarividente:
-La conducta del tigre con nuestra hermana negra me parece bastante sospechosa. Yo no me movería de aquí -afirmó La Mechuda, cuyos reparos pusieron recelosas a muchas ovejas.
-Esos temores los han creado los chismes del pastor, para que no nos alejemos del potrero -respondió la aventurera-. Puedo jurar que el tigre es un buen amigo nuestro. Si les dijera que justamente es él quien me indica en dónde están los mejores pastos, ustedes no lo creerían.
-Y ¿el tigre? -preguntaron con afán más de dos baladoras a la vez.
-A la vida libre del cerro, a la hierba fresca y al agua limpia disfrutada a voluntad, explicó la oveja.
-Que te ves muy bien ni lo dudo, observó la oveja de ojos claros que por el exceso de lana era llamada La Mechuda. Ahora, lo importante es saber a qué se debe tan ventajoso cambio.
- ¡Qué doncellota estás! -fue el piropo del carnero que nunca antes había puesto en ella los ojos.
-Es increíble tu cambio -le confesó la oveja madre-. Me parece que ahora eres la mejor de la familia.
- ¡Qué llena y fuerte estás! -le dijo la oveja que más la mortificaba con los topones.
-Estoy seguro de que se morirían de envidia.
No se necesita mucha malicia para adivinar que esa misma tarde la oveja fue a visitar a sus antiguas compañeras, sin pasar, naturalmente, la cerca de púas.
-Valdría la pena que te vieran las otras ovejas: las que se quedaron en el fétido corral.
-Es apenas justo que lo reconozcas -observó el tigre. Y agregó:
Una mañana se encontró con el tigre, que la saludó de esta manera:
-Buenos días, doña ovejita distinta. Y te digo así porque en poco tiempo de buena vida eres realmente otra. Antes impresionabas por lo flaca y desmirriada. Ahora luces gorda, imponente, hermosa. Además de que en el balido se te notan la salud y el buen genio.
-En realidad me siento distinta de lo que era -contestó la oveja.
Y eso, ¿a quién se lo debes?
-A ti, buen amigo.