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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Cielo rojizo
Foto enviada por eufra7dos@hotmail.com

Pero esto no hizo cambiar su carácter y fue tan feliz siendo príncipe, como la había sido siendo un pobre zapatero.
Su anterior esposa, por la que había dejado de preocuparse, desapareció de su vida y obtuvo el castigo al que la condenó su insensata vanidad y su falta de sentimientos.
De este modo El Gran Diseñador, teje el tapiz de nuestra vida.
La hermosa princesa que era tan bonita como la luna en su décimo cuarta noche, estuvo de acuerdo con la elección de su padre, pues había visto a Ahmed de lejos y le había amado en secreto desde la primera vez que lo vio.
La rueda de la fortuna había dado una vuelta completa. Al amanecer, Ahmed estaba conversando con los ladrones, negociando con ellos y, para el crepúsculo, era el señor de un rico palacio y el esposo de una mujer joven, bonita y de alto rango, que lo adoraba.
Declaro que te casarás con mi única hija, proclamó regocijado, puesto que has restituido las riquezas de mi reino y ante tal hecho, ascenderte de rango es un deber para mí.
Cuando terminó su oración apuntó hacia el muro orientado al sur y pidió que su majestad mandase cavar a los esclavos mientras aseguraba que el tesoro se encontraría intacto. En el fondo de su corazón esperaba que fuera verdad.
Al poco tiempo aparecieron los cuarenta cofres con los sellos reales intactos.
La alegría del Rey no tuvo límites, abrazó a Ahmed como un padre e inmediatamente le nombró Primer Astrólogo de la Corte
- ¿Y darás a los ladrones tu perdón, ¡oh, Rey!?
-Si -dijo el monarca-. Se lo daré si encuentro mi tesoro intacto.
-Entonces seguidme -dijo Ahmed y partió hacia los baños.
El Rey y todos los cortesanos siguieron a Ahmed, quien la mayor parte del tiempo iba con los ojos levantados hacia el cielo, susurrando cosas en su respiración y describiendo círculos en el aire.
A mediodía Ahmed se presentó contento ante el Rey, quien dijo:
-Tu aspecto es prometedor. ¿tienes buenas noticias?
-Majestad -dijo Ahmed.- Las estrellas sólo garantizan una alternativa, o los cuarenta ladrones o los cuarenta cofres con el tesoro, ¿quiere su majestad elegir?
-Sentiré mucho no poder castigar a los ladrones -dijo el Rey.- Pero si tiene que ser así, elijo el tesoro.
Los ladrones salieron corriendo, tropezando unos contra otros, cayéndose y volviéndose a levantar.
¿Resultaría?, Ahmed sabía que tenía poco tiempo para descubrirlo. Era una posibilidad remota, pero estaba en grave peligro.
Pero Dios es justo. A Ahmed y a su esposa les esperaba la recompensa adecuada a sus méritos.
- ¡Hombres malvados!, no podéis escapar a mi sabiduría que alcanza al sol y a la luna y conoce cada una de las estrellas del cielo. Vuestro arrepentimiento os ha salvado. Si restituís los cuarenta cofres haré todo lo que esté en mi mano para interceder por vosotros ante el Rey. Ahora id, coged el tesoro y colocadlo en una fosa de un pie de profundidad que deberéis cavar bajo el muro del viejo Hammam, el baño público. Si lo hacéis antes de que la gente de la ciudad de Isfahan esté de nuevo en pie ... (ver texto completo)
- ¿No decir nada?, ¿creéis honestamente que es posible que yo sufra tal injusticia y equivocación sin darlo a conocer al mundo entero? -dijo Ahmed.
- ¡Ten piedad de nosotros!, exclamaron los ladrones y la mayoría de ellos se arrojó a sus pies- ¡Salva nuestras vidas y devolveremos el tesoro que robamos!
El zapatero no estaba muy seguro de si soñaba o estaba despierto pero, al darse cuenta de que eran los cuarenta ladrones, adoptó un tono solemne y dijo:
- ¡Ya sé a qué habéis venido! -gritó Ahmed al mismo tiempo que el gallo cantaba y salía el sol-. Tened paciencia, ahora salgo a vuestro encuentro, pero ¡qué maldad estáis a punto de hacer!, y avanzó valientemente.
-Hombre extraordinario -gritó el jefe de los ladrones-. Estamos convencidos de que sabes a qué hemos venido, pero ¿permitirías que te tentásemos con dos mil piezas de oro y que te rogásemos que no dijeses nada del asunto?
Llamaron a la puerta de la casa de Ahmed, era casi de día. Creyendo que eran los soldados que venían a llevárselo para la ejecución, Ahmed fue a la puerta con buen ánimo. Él y su esposa habían gastado la mitad del dinero en vivir bien y se sentía bastante preparado para partir. Ni siquiera se sentía apenado de dejar a su mujer. Ella, por su parte, estaba contenta, aunque lo ocultaba, de tener aún bastante dinero para gastarlo solamente en sí misma.
- ¡Ah, el número está completo, esta noche están aquí los cuarenta!
Todas las dudas se disiparon, era imposible que pudiesen haber sido vistos, ocultos por la oscuridad como habían venido, mezclados con los transeúntes y la gente de la ciudad. Ahmed nunca había mirado por la ventana, incluso aunque lo hubiera hecho, no habría podido verles, pues estaban bien escondidos en las sombras.
-Sobornemos al zapatero astrólogo -dijo el jefe de los ladrones. Le ofreceremos todo lo que pida del botín y así ... (ver texto completo)
A la noche siguiente fueron enviados tres hombres y a la siguiente cuatro y así, continuaron durante todas las noches en que Ahmed ponía el dátil en el recipiente. La última noche fueron todos y Ahmed gritó en voz alta:
- ¡Ah, aquí está el primero de los cuarenta!
Los demás no creyeron la historia del espía y a la noche siguiente fueron enviados dos miembros de la banda a escuchar, completamente ocultos por la oscuridad que reinaba fuera de la casa. Para su desconcierto, ambos oyeron que Ahmed decía claramente:
-Mi querida esposa, esta noche son dos de ellos. Ahmed, al haber terminado su oración de la noche, había tomado el segundo dátil que le daba su esposa.
Los sorprendidos ladrones corrieron en medio de la ... (ver texto completo)
- ¡Ah, aquí está el primero de los cuarenta!
Su mujer le acababa de dar el primero de los dátiles.
El ladrón, al oír estas palabras, volvió corriendo a donde estaba el resto de la banda y les contó que de algún modo, a través del muro y de la ventana, Ahmed había percibido su presencia sin verla y había dicho: