Pero, por cierto, dejar de estar “enamorado” no necesariamente significa dejar de amar. El amor en este segundo sentido —el amor en tanto distinto al “estar enamorado”— no es meramente un sentimiento. Es una unidad profunda, mantenida por la voluntad y deliberadamente fortalecida por el hábito; reforzada (en los matrimonios cristianos) por la gracia que cada uno de los integrantes de la pareja pide, y recibe, de Dios. Pueden tener este amor por el otro incluso en los momentos en que no se gustan mutuamente, tal como te amas a ti mismo incluso cuando no te gustas. “Estar enamorados” primero los llevó a prometer fidelidad; este amor más tranquilo les permite mantener la promesa. Es con este amor que funciona la maquinaria del matrimonio; estar enamorados fue la explosión que la hizo partir. ... (ver texto completo)