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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Calle de la plaza
Foto enviada por eufra7dos@hotmail.com

Sin sospechar nada obedecí, como siempre hacia. Cuando estaba en el bosque, me percaté que las dos personas estaban detrás de mí, y fue cuando uno de ellos me agarró fuertemente y el otro sacó un cuchillo con el cual me amenazó diciéndome: ´Si gritas, morirás! Síguenos!´".
Cuando aproximadamente tenía nueve años, paseaba con una amiga por el campo y vimos de pronto aparecer a dos extranjeros, de los cuales uno le dijo a mi amiga: ´Deja a la niña pequeña ir al bosque a buscarme alguna fruta. Mientras, tú puedes continuar tu camino, te alcanzaremos dentro de poco´. El objetivo de ellos era capturarme, por lo que tenían que alejar a mi amiga para que no pudiera dar la alarma.
Su vida fue profundamente marcada cuando unos negreros llegaron a Olgossa y capturaron a su hermana. En su biografía escribió: "Recuerdo cuánto lloró mamá y cuánto lloramos todos". También cuento su propia experiencia al encontrarse con los buscadores de esclavos.
De su vida no se conocen datos exactos. Se cree que es de Olgossa en Darfur, y que nació en 1869. Vivió su infancia con sus padres, tres hermanos y dos hermanas, una de ellas su gemela.
Breve Biografía

La verdadera fortuna es conocer, amar y servir a Dios. El nombre "Bakhita" significa "afortunada" y nuestra santa ciertamente lo es. Sin embargo, esa fortuna no le vino nada fácil. Bakhita es el nombre que recibió cuando fue secuestrada mientras que fue bautizada con el nombre de Josefina.
Fecha de canonización: 1 de octubre de 2000 por el Papa San Juan Pablo II
Fecha de beatificación: 17 de mayo de 1992 por S. S. Juan Pablo II
Santoral

Josefina Bakhita, Santa
Memoria Litúrgica, 8 de febrero

Por: Redacción | Fuente: Corazones. org

Virgen
Martirologio Romano: Virgen, nacida en la región de Darfur, en Sudán, que, siendo aún niña, fue raptada y vendida en diversos mercados africanos de esclavos, sufriendo dura cautividad. Al obtener la libertad, abrazó la fe cristiana e ingresó en el Instituto de Hijas de la Caridad (Canosianas), y pasó el resto de su vida en Schio, en el territorio italiano de Vicenza, entregada ... (ver texto completo)
A pesar de todos esos problemas, los esfuerzos por conservar el ambiente buscan un bien importante, porque creemos que la vida o, mejor, que los vivientes, tienen valor en el conjunto del universo. Y porque también creemos que vale la pena justificar ese valor a la hora de promover acciones que sean eficaces, en la medida de lo posible, para tutelar tales vidas ante peligros presentes o futuros.
Esas y otras preguntas muestran cómo la vida, que tanto apreciamos, carece de garantías de continuidad en nuestro planeta, pues factores internos o externos, incluyendo actividades humanas (basta con imaginar las terribles consecuencias de una guerra nuclear) la amenazan seriamente.
Sin pensar en algo tan dramático, podríamos preguntarnos: ¿qué sentido tiene trabajar por el ambiente si explotase en la tierra alguna extraña infección que destruyese a todos los seres humanos en un tiempo más o menos breve?
Además, ¿cambiaría todo el panorama si llegase el momento, que esperamos llegue dentro de muchos miles de años, en el que nuestro planeta fuera destruido o dañado gravemente por fenómenos astronómicos fuera de nuestro control?
Surgen entonces nuevas preguntas que muestran la complejidad del tema: ¿hablamos de la vida en general o de cada uno de los vivientes en particular? ¿Qué valor puede tener un viviente concreto, destinado a morir, en relación con la esperanza de que otros vivientes le sucedan a lo largo de un periodo de tiempo más o menos indeterminado?
Seguramente hay otras respuestas. Entre ellas, destaca un aspecto común: apreciar la vida como un bien en sí mismo. Por eso, lo que hagamos por conservarla sería algo bueno, justo, necesario.
Para otros, conservar el ambiente es un deber ético porque no podemos alterar lo que un proceso cósmico y evolutivo de milenios nos ha dejado como herencia para nuestra generación y para las generaciones futuras.