- ¡Échame otra vez al
agua, oh, pescador, que otro día estaré más gordo!
- ¿Qué dices, desventurado? -preguntó el interpelado, que apenas podía creer lo que oía.
- ¡Que me eches otra vez al agua, que otro día estaré más gordo!
- ¡Estás fresco! Llevan mis hijos y mi mujer dos días sin
comer; estoy yo dos horas tirando de la red, aguantando el viento y la
lluvia, ¿y quieres que te tire al agua?
-Pues si no me sueltas, oh pescador, no me comas. Te lo ruego...
- ¡También está bueno eso! ¿De qué
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