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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Billete 20€ 2015, reverso
Foto enviada por eufra7dos@hotmail.com

Las tres hijas continuaron durante muchos años yendo a la orilla del lago, con la esperanza de volver a ver a su mamá, pero la hermosa dama de cabellos de oro y ojos color de cielo no apareció nunca más en las aguas.
Quizá, en las claras, noches de luna, un débil y triste lamento se eleva de las tranquilas aguas, como el llanto de una madre que invoca en vano a sus queridos hijos, perdidos para siempre jamás.
Y dijo a los animales:
- ¡Volved a la corte de vuestro rey!
Los animales abandonaron la cuadra y, con la esposa del pastor, se dirigieron al lago, en cuyas aguas desaparecieron inmediatamente.
Después de haberlos seguido en vano, el desgraciado pastor volvió a su casita, y, pocos días después, murió de tristeza.
-Río porque los muertos están más contentos que los vivos, porque están libres de toda angustia y dolor.
Y, dirigiendo una triste mirada a su marido, añadió:
-Ahora nuestro matrimonio se ha roto. Me has pegado por tercera vez y tenemos que separamos para siempre.
Sin escuchar las súplicas del pastor, la mujer volvió a la casita donde habían vivido felices tantos años.
Habían ido a unos funerales, y, mientras los parientes y amigos del difunto lloraban su muerte, la mujer del pastor prorrumpió de pronto en una carcajada.
Sorprendido, su marido le dio un golpe en el brazo, diciéndole:
- ¿Estás loca? ¿Qué haces?
Preso de loca desesperación, el marido vio que había olvidado que, según la ley de las hadas, el golpe más leve equivalía a una paliza.
También este segundo incidente quedó olvidado pronto, y los dos esposos continuaron gozando de su felicidad, rodeados de sus tres hijas, que crecían sanas y robustas.
De cuando en cuando, la esposa recordaba al marido el pacto hecho antes de casarse; si le pegaba por tercera vez, su felicidad quedaría truncada para siempre.
Mas, un mal día, el pastor olvidó su ... (ver texto completo)
- ¿Por qué lloras? -le preguntó su esposo afectuosamente, dándole un ligero golpe en la mejilla-. ¿Estás enferma?
- ¡Ah! -gimió ella, retorciéndose las manos y llorando aún más amargamente-. ¡Me has pegado por segunda vez, sin motivo alguno!
Un día fueron invitados a una boda y asistieron, participando de la alegría de los convidados. Pero, en cierto momento, sin ningún motivo, la esposa del pastor rompió de pronto en amargo llanto.
Ah, malo, malo! ¡Me has pegado sin ningún motivo! ¡Acuérdate del trato hecho y no me pegues más, pues te quedarás sin mí!
-Lo he hecho en broma -respondió el marido, mesándose los cabellos con desesperación.
Y se arrodilló ante su adorada esposa, prometiéndole que no lo haría más.
Al cabo de algún tiempo, el incidente fue olvidado.
-No, querida, no quiero dejarte sola. Ve a preparar tu caballo, mientras yo preparo el mío.
Y se fue a la cuadra para ponerse la silla a su cabalgadura.
Mas, cuando volvió y notó que su mujer no se había movido, apoderóse de él tal rabia que le dio un ligero golpe con la mano, exclamando:
- ¿Por qué no has hecho lo que te he dicho?
Por toda respuesta, ella rompió a llorar, gimiendo:
-Iremos a caballo -propuso el marido.
-Prefiero quedarme en casa.
El viejo bendijo a los dos jóvenes y desapareció en el lago con su otra hija.
El pastor ofreció su brazo a la joven esposa y se dirigió a su casa, seguido de los animales.
La madre los acogió muy contenta y, pocos días más tarde, se celebró la boda.
Los recién casados se habían establecido en una casita cercana a la de la viuda y vivían contentos y tranquilos, en unión de tres niñas que completaban su felicidad.
Un día recibieron la invitación de asistir a un bautizo, pero la joven esposa no ... (ver texto completo)
-No importa. Recuerda, sin embargo, que si le pegas por tres veces sin motivo, el matrimonio quedará anulado y mi hija volverá conmigo.
Dicho esto, se volvió a la muchacha y le preguntó qué quería como dote.
Ella pidió cinco caballos, diez vacas y tres bueyes.
Apenas hubo terminado de manifestar sus deseos, los animales aparecieron como por arte de magia, relinchando y mugiendo alegremente.
Muy bien. Te confío la felicidad de mi hija.
-Aseguro a usted que la haré dichosa -dijo el pastor.
-Poco a poco, jovencito. Hemos de hablar de cosas prácticas. Mi hija tiene una dote.
-No quiero nada -replicó, el pastor-. Mi madre tiene una casa, un huerto y mucho ganado. Como soy su único heredero, puedo asegurarle que su hija será rica.
-Pero yo no puedo casarla sin darle su dote -insistió el anciano.
-Es usted muy generoso, pero yo estoy dispuesto a casarme con ella, aun sin dote, porque ... (ver texto completo)
El pastor comprendió el significado de aquella seña y, acercándose a la muchacha, le cogió, de la mano, profundamente emocionado.
Dijo el anciano:
Y quedó mirándolas con fijeza, profundamente sorprendido, mientras el viejo aguardaba su respuesta.
Ya estaba a punto de desesperarse, cuando una de las jóvenes sacó un diminuto pie por debajo del vestido.