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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Subida al cerro el día 7 de Mayo
Foto enviada por eufra7dos@hotmail.com

- ¡Esta! ¿Has entendido ahora cómo es?
-Perfectamente -sonrió el chacal, y cerrando diestramente la puerta, añadió:
-Con vuestro permiso, señor tigre, os diré que ahora las cosas quedan como antes y podréis reflexionar acerca de la conveniencia de cumplir la palabra que se da.
-Yo estaba dentro de la trampa. Yo, ¿entiendes?
-Sí... No... no le entiendo mucho, ¿podría...?
- ¿Qué? -aulló impaciente el tigre.
- ¿Podría explicarme cómo cayó en la trampa?
- ¿Cómo? Pues como se cae en una trampa.
-No, no, así no nos entenderemos. La cabeza vuelve a darme vueltas. ¿Cuál es la manera de caer dentro de una trampa?
Al oír esto el tigre agotó la paciencia y saltando dentro de la trampa gritó:
- ¡Claro que no! -rugió el tigre, enfadado por la estupidez del chacal-. Te lo voy a explicar gráficamente, con detalles. Yo soy el tigre, ¿me entiendes?
-Sí, señor tigre.
-Este es el bracmán.
-Sí, señor tigre,
- ¡Qué cabeza la mía! -dijo el chacal, apretándose las sienes-. Repetid otra vez ese cuento. Vos estabais en la trampa, y en esto aparece el tigre...
- ¡Idiota! -exclamó el tigre-. Yo era quien estaba dentro de la trampa.
- ¡Sí, sí, claro, ya comprendo! Yo estaba dentro de la trampa y... -el chacal se apretó de nuevo las sienes-. ¡No, no era yo! ¡No sé cómo tengo el cerebro! El tigre había caído dentro del bracmán y llegó la jaula... ¡No, tampoco es esto!
-Dadme unos minutos -pidió el bracmán-. Quisiera explicar al chacal cómo ha ocurrido la cosa. Es un poco duro de cabeza y no me ha entendido bien.
El tigre consintió en ello y el bracmán empezó de nuevo la historia, sin omitir detalle alguno.
-Es muy extraño -murmuró-, pero me da la impresión de que me entra por un oído y me sale por otro. Será mejor que vayamos al sitio donde ha ocurrido eso y así, tal vez, pueda entenderlo mejor.
Regresaron, pues, junto a la trampa en donde el tigre esperaba el regreso del bracmán.
-Has tardado mucho -le reconvino-. Pero en fin, te perdono. Dispónte a servirme de cena.
- ¡Qué historia tan enredada! -exclamó el chacal-. ¿Queréis repetírmela de nuevo, a fin de que me haga cargo de todo lo que ha pasado?
El bracmán repitió su historia, pero el chacal movió la cabeza indicando que no entendía aún.
El bracmán, abatido, apartóse del camino. En esto tropezó con un chacal que le preguntó:
- ¿Qué os ocurre, santo bracmán? Parecéis como un pez fuera del agua.
El bracmán explicó al chacal lo que le ocurría.
-Lo encuentro muy natural, santo padre -replicó la carretera-. Lo que no encuentro natural es que vos, esperaseis otro pago. ¡Fijaos en mí! Soy útil a todos, ricos y pobres, grandes y pequeños, y ¿qué obtengo de ello? Que me abran profundos surcos en mi carne y me tiren los residuos de sus comidas.
- ¡Eres un imbécil si confías en la gratitud! ¡Fíjate en mí! Mientras he dado leche me han alimentado a cuerpo de rey, pero ahora que ya no sirvo para ello, me atan a esta noria que terminará conmigo.
El bracmán reanudó la marcha por la carretera, a la cual preguntó su opinión acerca del caso.
El bracmán interrogó primero a una acacia, pero el árbol le contestó fríamente:
- ¿De qué te quejas? ¿No doy yo sombra a los cansados pastores y sin embargo ellos arrancan mis ramas para alimentar el ganado? No llores; sé hombre.
El bracmán siguió su camino hasta encontrar un cebú que hacía girar una noria. Sin embargo, la respuesta que obtuvo no fue mejor que la anterior.
- ¡Qué estúpido has sido! ¿Quién puede impedirme devorarte en un momento? He estado encerrado mucho tiempo y me muero de hambre.
En vano intentó el bracmán convencerle de lo injusto de su sentencia; la única cosa que logró fue que el juez se atuviera al juicio de las tres primeras cosas a quienes el bracmán interrogara. Si éstas decidían que la condena era injusta, el tigre no lo devoraría.
-De ninguna manera, amigo mío -replicó el bracmán-. Si lo hiciese me devorarías.
-No lo haré -aseguró el tigre-. Al contrario, te quedará eternamente agradecido y seré tu esclavo.
Tantas fueron las lágrimas que vertió el tigre, que el santo hombre se compadeció de su infortunio y consintió en abrir la trampa.
Libre, el tigre saltó sobre el bracmán, y le dijo:
EL TIGRE, EL BRACMÁN Y EL CHACAL

Hubo una vez un tigre que cayó en una trampa. En vano trató de salir por entre los barrotes; tuvo que darse por vencido y lo proclamó con fuertes rugidos.
Por casualidad un bracmán pasaba por allí y al verle el tigre le dijo:
-Por favor, venerable santo, ayúdame a salir.