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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Subida a la ermita el 7 de mayo
Foto enviada por eufra7dos@hotmail.com

Otra tarde del día 7 de mayo, en este caso del año 1997, subimos con la Virgen hasta su ermita.

Esta foto tenemos que agradecérsela a los reporteros de "Radio Azul", de Las Pedroñeras, que grabaron el vídeo, y luego extrajeron algunas fotos.

(7 de Mayo de 1997)
Los siete cabritillos se fueron a casa para comer las ricas cosas que Mamá Cabra había comprado en el mercado.
Mamá Cabra se acercó calladita, abrió la barriga del lobo y liberó a los cabritillos. Luego, entre todos, llenaron el vientre de la fiera con piedras bien gordas, se la cosieron y se escondieron. Cuando el lobo se despertó, sintió mucha sed y se acercó al río para beber, pero la barriga le pesaba tanto que se cayó dentro del río y se ahogó.
Mamá Cabra y su hijo comenzaron a seguir las huellas de la malvada fiera. Encontraron al lobo a la sombra de un árbol. La barriga le pesaba tanto que se había sentado a descansar y se había quedado dormido.
Al cabo de un rato llegó Mamá Cabra y se encontró la puerta abierta y la casa vacía:
- ¡Ay, mis hijitos! ¡Seguro que a todos se los ha llevado el lobo!
- ¡Quedo yo! -exclamó el pequeño saliendo de la caja del reloj.
Pero no se los había comido a todos. El cabritillo más pequeño se había escondido en la caja del reloj.
- ¡Enséñanos la patita por debajo de la puerta!
El lobo enseñó su pata bien rebozada en harina.
- ¡Esta vez sí que es mamá! -dijeron los cabritillos al ver la pata blanca. Y abrieron la puerta. El lobo entró, se comió a los cabritillos y se gue camino de su guarida.
- ¿Quién llama? -preguntaron desde dentro.
-Abridme, hijitos míos. Traigo el canasto lleno de buenas cosas para comer -dijo el lobo con su voz más suave y fina.
Y el molinero, que le tenía mucho miedo, se la dio.
El lobo metió la pata en la orza para que se le blanquease. Y volvió a casa de los cabritillos. ¡Toc, toc, toc! Llamó a la puerta.
- ¡Ya sé lo que voy a hacer!
Y se fue a ver al molinero.
-Dame una orza de harina inmediatamente.
El lobo se puso aún más furioso que la primera vez y dio tantas patadas y tantos empujones a la puerta que se quedó sin aliento. Entonces se sentó en una piedra y se puso a pensar:
Y el lobo no tuvo más remedio que enseñar su pataza negra y peluda.
- ¡No eres nuestra madre! ¡Eres el lobo! ¡No te abriremos! -le gritaron los cabritillos.
- ¡Mamá, mamá! -gritaron los cabritillos creyendo que la voz que hablaba era la de su madre. Y ya iban a abrir la puerta cuando el hermano mediano, que era muy listo, dijo:
- ¡Enséñanos la patita por debajo de la puerta!
Volvió a casa de los cabritillos. ¡Toc, toc, toc! Llamó a la puerta.
- ¿Quién es? -preguntaron los cabritillos.
-Soy vuestra madre. Abridme. Os traigo del mercado cosas muy ricas para comer -dijo el lobo con su voz nueva y fina.
Se fue a casa del huevero y le dijo:
-Dame ahora mismo tres docenas de huevos.
El huevero, que le tenía mucho miedo, se las dio.
El lobo se zampó los huevos para que se le suavizara la garganta y se le pusiera la voz más fina.