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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Cielo encapotado
Foto enviada por eufra7dos@hotmail.com

La determinación parecía tan firme, su apostura era tan regia, que el joven Tam acabó por ceder, e incluso llegó a recuperar un atisbo de confianza en la posibilidad de salir de allí.
-Confiad en mí, Tam. Una corazonada me dice que nuestro encuentro no ha sido fortuito. Decidme, por lo que más queráis, cuál es esa esperanza de la que habláis, y no me ocultéis nada como me parece que hacéis, quizá pensando que de esa forma me protegéis. Antes al contrario, si no os puedo ayudar, permaneceré aquí hasta que lleguen ellos, y, oídme bien, estoy dispuesta incluso a convencer a la mismísima Reina de los Elfos de que os libere. Así que, ¡hablad presto, Sire!
El joven se levantó con gesto decidido, pero Juana le cogió de la mano y le obligó a seguir sentado junto a ella.
-Dentro de una horas, Milady, los Elfos, encabezados por su Reina, organizarán una cabalgata para ir a celebrar la Fiesta del Solsticio. Si antes de que amanezca sigo con ellos, estaré definitivamente condenado, sometido a ellos de por vida. Sólo hay una posibilidad, pero es tan pequeña que no merece la pena que os apesadumbre más con mis cuitas, mi Señora, por favor, acompañadme, salgamos de aquí, antes de que caiga la noche.
El sol que antes iluminaba el claro se había ido apagando. La luz era ahora rojiza. Las flores se habían cerrado sobre sí mismas, esperando la noche.
-Milady, vivo aquí escondido desde muy niño. Soy hijo único y ya he perdido toda mi esperanza de volver a ver con vida a mi padre ni a mi madre. Cuando cumplí doce años insistí para que me dejaran participar en una cacería, a pesar de la oposición inicial de mi padre. Lo logré y a duras penas aguanté unos minutos con el grupo a caballo. Mi inexperiencia, unida a mi arrogancia, me llevaron a perderme por el bosque montado en mi cabalgadura. Oscurecía, se levantaba el fuerte viento del norte, no notaba ... (ver texto completo)
El joven la miró, se acercó a ella y la tomó de la mano, haciendo un gesto para acomodarse juntos sobre la hierba.
-Por favor, Sire, decidme qué es necesario para ello, ¿necesitáis riquezas con las que comprar vuestra libertad? ¿armas acaso? ¡Decídmelo presto y haré que os lo consigan!
Mi Señora... eso no es posible, los Elfos, mis amos, nunca lo consentirían. Estoy condenado a permanecer aquí siempre, salvo que ocurriera algo muy especial que ni soñar puedo.
-No sólo la acepto, Sire, sino que me agradaría gozar de vuestro acompañamiento por más tiempo, y desearía que aceptarais la hospitalidad del rey y la mía propia, y vinierais a alojaros al castillo.
-Perdonadme a mí, por mi brusquedad...-dijo entonces el hombre, mostrando un pesar real, desarmado ante la sencillez de la dama, y deslumbrado por su belleza- Mi nombre es Tam, y mi trabajo es alejar a los humanos de este bosque, pues soy un Vigilante de los Elfos. Yo debería ahora dar el aviso y apresaros para someteros a su voluntad, mas no temáis, bella dama, que no lo haré. Antes bien, os acompañaré hasta los lindes de Carterbaugh, si aceptáis mi humilde compañía.
-Mis excusas, entonces, por mi ignorancia. Apenas he salido más allá de los límites de la muralla de mi castillo y no conozco las antiguas costumbres más que lo que cuentan las comadres junto al fuego. Si os he molestado...- y terminó inclinando la cabeza.
El joven contestó con arrogancia y con una pizca de furor contenido. Pero todo su aplomo se vino abajo cuando la princesa siguió diciendo:
-Milady, estos dominios son libres, y por ser libres, pertenecen en exclusiva a los Elfos. Que yo sepa, nadie os ha dado permiso para arrancar esas flores, por muy hija de rey que os consideréis.
- ¿Y quién me lo ordena, señor? ¿Quién osa a decirle lo que tiene que hacer la hija del rey en sus dominios?