Cecilia, noble y rica, iba todos los días a la Misa celebrada por el Papa Urbano en las catacumbas próximas a la
Vía Apia, y una multitud de pobres la esperaban porque conocían su generosidad. En el día de su
boda con Valeriano, mientras el
órgano tocaba, ella cantaba en su corazón: “solamente para el Señor” (de este pasaje de su Pasión tuvo origen el patrocinio de Cecilia sobre la
música sagrada); después, llegada la
noche, la
joven le dijo a Valeriano: “Ninguna mano profana puede tocarme, porque
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