Enderezó sus ramas tanto como pudo, y cuidó de que no se le cayera de ellas ningún juguete ni
adorno, cuando la pequeña Ana, que apenas había comido por culpa de la fiebre y la tos, se le acercaba, tambaleando un poco, para acariciar sus verdes ramas. La mamá de Juan y Ana, a falta juguetes nuevos, les contó esa
noche bonitos cuentos de hadas y fantasmas, historias de la Biblia y relatos de otras
navidades pasadas, hasta que los niños se durmieron El
Árbol escuchó bien atento todas y cada una de
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