El perro, por su parte, pensó que quizá allí conseguiría unos huesos y un poco de carne. Se pusieron en
camino guiados por aquella luz que cada vez se hacía mayor hasta que se encontraron ante una
casa que no era otra cosa que la guarida de unos ladrones. El asno, que era el más alto de todos, se acercó a la
ventana y echó un vistazo al interior.
— ¿Qué es lo que ves? -preguntó el gallo.
— ¿Que qué veo? -contestó el asno-. Veo una mesa repleta de exquisitos manjares y bebidas y, alrededor de ella,
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