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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Laguna de hielo
Foto enviada por Qnk

Los dioses aguardaban de un momento a otro la aparición de Nanahuatzin en algun lugar del cielo, ya transformado en sol. Y el sol llegó del oriente pintado de rojo, esplendoroso, proporcionando calor. Tecuciztécatl llegó después, brillando con igual intensidad. Los dioses se preguntaban que hacer con dos soles. Alguno tomó un conejo y con él abofeteó al segundo sol, opacando su brillo y cambiándolo en la Luna.

Ocelote: felino perecido a la pantera.
Así fue que los dioses comenzaron a reunirse alrededor del fuego divino y en medio colocaron a Tecuciztécatl y a Nanahuatzin. Le ordenaron a Tecuciztécatl que se arrojara al fuego. Este obedeció con premura, pero al sentir el ardor del fuego no lo pódo resistir y retrocedió. Lo intentó una, dos, tres, cuatro veces más y no fue capaz de lanzarse a las llamas; en ese momento, le ordenaron a Nanahuatzin que se adentrara en las llamas. Se arrojó decidido; hizo fuerte su corazón, cerró los ojos y no vaciló. Ardía en el fuego divino. Aquella actitud decidida hizo reflexionar a Tecuciztécatl sobre su temor, e impulsado por el arrepentimiento, se lanzó a las llamas... aunque para entonces, ya era tarde. En esos momentos un águila descendió hacia la hoguera y súbitamente un ocelote brincó dentro cuando las llamas casi se apagaban. De esta forma se explican el negro plumaje del águila y las manchas del ocelote. ... (ver texto completo)
Tecuciztécatl y Nanahuatzin comenzaron a preparar sus ofrendas mientras ayunaban como penitencia; a la par, los dioses preparaban el fuego de la "roca divina". Todo lo que Tecuciztécatl ofrendaba era precioso: plumas de quetzal, oro, espinas de jade y sangre de coral obtenida por espinas de obsidiana. Lo que Nanahuatzin ofrecía eran cañas verdes, plantas medicinales, espinas de maguey y la sangre pura que manaba por sus manos. Cada uno hizo penitencia en los montes que les construyeron los dioses, ... (ver texto completo)
Leyenda del nacimiento del sol y la luna. Leyenda nahua. México.

En la noche de los tiempos, allá por Teotihuacan, la ciudad de los dioses, estos se reunieron para planear el nuevo día. Y preguntaban quien llevaría a cuestas la luz. Entre los allí reunidos se presentó Tecuciztécatl. ¿Y quién más? Como todos se miraban temerosos y se escondían, los dioses se dirigieron a Nanahuatzin, quien tranquilamente aceptó pues amaba a los dioses.