Así pues, cada tarde se reunían alrededor de una mesa y mientras el sol se ponía discretamente tras las
montañas, y el olor de los espléndidos manjares que les iban a ser servidos empezaba a colarse por debajo de la
puerta de la cocina, el primero de los sabios adoptaba una actitud severa y empezaba a relatar la
historia que según él, había vivido aquel día. Mientras, los demás le escuchaban entre incrédulos y fascinados, intentando imaginar las escenas que éste les describía con gran detalle.