Santidad es tener conciencia efectiva de ser hijo de Dios. Este sentido de filiación debe ser acrecentado a través de la purificación interior y así alcanzar la meta plena de nuestra conformación con Dios. Santidad es pluralidad. Cada uno debe seguir a
Cristo desde su propia circunstancia y talante; desde su nación, raza y lengua, en los días
felices y cuando la tribulación arranca lágrimas del corazón; en la soledad del
claustro o en el vértigo de la ciudad; en la buena y en la mala salud.