Reconocimiento después de su muerte
El hermano Nicolás fue uno de los testigos fidedignos de la vida de Claver. Él relató que, cuando se supo en la ciudad que estaba muriendo, que ya había perdido el conocimiento, «empezó la gran peregrinación ante el que ya no tenía sentido; la apoteosis al que murió creyéndose abandonado de todos». Pobres y ricos, curas y religiosos de otras órdenes, todos querían tocarle, llevarse de él cabellos, un trozo de su camisa, lo que fuera: «le besan aun antes de morir las manos, los pies, tocándole rosarios». El padre Juan de Arcos, rector del colegio, señaló: «la gente entraba y salía como a una estación de Jueves Santo; diluvios de niños y negros venían diciendo: "Vamos al santo"...».
Después de su muerte, el gobernador Pedro Zapata y el Concejo de Cartagena solicitaron que se iniciaran los informes sobre la vida y milagros de Claver. Durante el proceso de canonización, resultó particularmente notable el número de hechos extraordinarios, verificados tanto en vida como después de su muerte, y considerados milagros por la Iglesia católica. Además se constató el bautismo por su mano y la conversión de negros por millares.
Un punto muy analizado hasta hoy es la forma en que Pedro Claver logró comunicar el cristianismo a los esclavos, siendo que se trataba de la religión que decían practicar los amos de los esclavos. Pedro Miguel Lamet, Mariano Picón Salas y otros biógrafos modernos señalan el hecho de que Pedro Claver infundió en los esclavos un sentido de dignidad humana y un valor singular por la vida que representaba una clara subversión de los principios del comercio de esclavos. Una de sus máximas, «Primero los hechos, luego las palabras», y la práctica cotidiana de sufrir junto a los sufrientes, siguiéndolos a las minas y a las plantaciones, intercediendo por ellos y protestando por su cuidado, sería una de las razones principales de su influencia.
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