Día Mundial de la Televisión,
21 de noviembre
El impacto de la televisión
La labor de ONU Vídeos en el terreno
Un enemigo invisible, por Dana Fleutiaux
Dana Fleutiaux es camarógrafa de la misión de mantenimiento de la paz de la ONU en Malí, denominada MINUSMA. La misión, que se estableció en 2013 con el mandato de vigilar el alto el fuego y apoyar la paz y la reconciliación, ha sufrido más bajas que ninguna otra operación en marcha de la Organización.
Me encontraba en algún lugar del norte de Malí, esperando a un compañero en un aeropuerto casi destruido en un atentado suicida, para volar a una zona aún más septentrional.
Tan solo unos meses antes, estaba sentada en mi cómoda oficina en la sede del Fondo Monetario Internacional en Washington D. C., donde dirigía el equipo de vídeo. Sentí la necesidad repentina de regresar al terreno y cambié mi puesto de trabajo en la organización financiera mundial por uno en las operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU.
El helicóptero despegó de Gao con destino a Kidal. Sobrevolamos un mar infinito de arena y escarpadas formaciones rocosas negras. Desde el aire, parecía un lugar calmado y vacío, olvidado en el tiempo, que nada tenía que ver con un campo de batalla o un país en guerra. Puede que fuera en ese momento cuando finalmente comprendí uno de los aspectos del conflicto en Malí: era una guerra invisible, al igual que el enemigo. Porque aquí donde el desierto acaba, el enemigo es omnipresente e invisible a la vez. Es fácil sumergirse en la belleza pura y el silencio del entorno.
Tras una hora de vuelo, empezaron a emerger en el horizonte casas de barro ocre, del mismo color apagado de la tierra. De repente, las casas se agruparon siguiendo un patrón de líneas simétricas en el desierto: era Kidal. Enclavada en las montañas de Adrar D’Ifoghas, Kidal es el bastión de la revolución de los tuaregs, que en 2012 se levantaron en armas contra el gobierno maliense con el objetivo de lograr la independencia de la zona norte del país, también conocida como Azawad. Los grupos islamistas también llegaron a la región, lo que desembocó en la intervención del ejército francés y la comunidad internacional.
El helicóptero aterrizó en un campamento de la ONU que alberga la misión de mantenimiento de la paz y se encuentra en el extrarradio de la ciudad.
Estas instalaciones son objetivo frecuente de atentados terroristas, y se han ganado la reputación de ser el recinto de la ONU más atacado del mundo. Un convoy de vehículos blindados formado por cascos azules provenientes del Chad patrulla a diario las polvorientas calles de Kidal y sus alrededores. Cuando por primera vez nos sumamos al convoy, sentí miedo cuando nos alejamos del campamento de la ONU, fuertemente guardado. Pero esa sensación desapareció gradualmente a medida que entrábamos en la ciudad. El aire se llenó de movimiento, de escúteres y motocicletas que circulaban a toda velocidad por las calles. Solo la aparición repentina de vehículos todoterreno con metralletas conducidos por un grupo rebelde tuareg local me recordaba la tensión que me rodeaba.
A mi lado, un joven soldado chadiano, conducía el vehículo blindado de la ONU, mientras que otros dos protegían el convoy. Se llamaba Tahir, un casco azul de 20 años que ya había participado en guerras contra Boko Haram en el Chad y Nigeria antes de ser enviado a MINUSMA.
"Somos guerreros, hemos nacido en la guerra y siempre hemos escuchado el sonido de los disparos. Pero este sitio es especial, porque el enemigo no se enfrenta contra nosotros directamente. Volamos por los aires a causa de las minas y nos lanzan cohetes desde muy lejos".
En la actualidad, MINUSMA es la operación de mantenimiento de la paz más peligrosa de la ONU. En ella han perdido la vida más de un centenar de cascos azules. Mi primer día con la ONU en Malí comenzó filmando los féretros de los soldados chadianos durante una ceremonia en su honor en Bamako. Según pasaban las semanas, más ataúdes llegaban desde el norte, sobre todo con caídos chadianos. En la región norteña, se dice que los tuaregs respetan a los chadianos, mientras que los islamistas les temen.
El sol, renunciando a su dominio sobre la ciudad, desapareció tras una estrecha franja de polvo que flotaba en el horizonte, mientras nuestro convoy avanzaba despacio por las calles de Kidal. Con su turbante azul y una sonrisa cándida, Tahir se animaba contándome historias simples de su vida en el Chad. Y de repente supe que deseaba que el mundo conociera la historia de Tahir.
Poco a poco, Sylvain, mi compañero fotógrafo, y yo nos fundimos en la vida del contingente chadiano de la ONU en Kidal. Nos convertimos en parte de su rutina diaria, y percibimos como nuestra seguridad pasó a ser más que un deber para ellos, se convirtió en una prioridad personal. Mientras intentaba distribuir las imágenes de la misión a emisoras de todo el mundo, se convirtió em mi prioridad personal capturar la vida diaria de estos chadianos, desde el sagrado ritual del té a tempranas horas de la mañana, a los momentos más íntimos de la oración de la tarde.
De acuerdo con la normativa de la ONU, estábamos obligados a llevar chalecos antibalas y cascos. Pero para los chadianos, nada reemplaza el amuleto que han recibido de sus antepasados, el gri-gri. Cuando nos preparábamos para salir, Tahir se acercó y me dio un amuleto de cuero hecho a mano que contenía unas yerbas mágicas.
"Este gri-gri, que me dio mi abuelo, es extremadamente poderoso. Te protegerá de las balas y los cohetes. Llévalo contigo y te protegerá, insh’allah".
Me quedaban apenas unos días en la misión antes de partir, cuando el campamento fue atacado por militantes yihadistas con cohetes y morteros. Afortunadamente, la ONU había instalado un sistema de detección y alerta que avisó de los proyectiles que llegaban. Comenzaron a sonar las sirenas por todo el campamento. El radar detectó en el aire el primer proyectil y automáticamente disparó el sistema de alarma 15 segundos antes del impacto. Corrimos a refugiarnos en el bunker más cercano, mientras una lluvia de proyectiles explotaba a nuestro alrededor, incendiando algunas de las instalaciones. Nunca sabré lo que me salvó la vida, si la tecnología del siglo XXI con el radar o el ancestral gri-gri chadiano y sus yerbas mágicas.
Probablemente los dos.
Cayó la noche en Kidal y el cielo repleto de estrellas solo era perturbado por los helicópteros franceses y de la ONU que nos sobrevolaban. Yo ya dejaba la misión y era consciente de que mi estancia allí no era simplemente otra experiencia laboral en mi currículum: había cambiado profundamente la trayectoria de mi vida. ... (ver texto completo)
21 de noviembre
El impacto de la televisión
La labor de ONU Vídeos en el terreno
Un enemigo invisible, por Dana Fleutiaux
Dana Fleutiaux es camarógrafa de la misión de mantenimiento de la paz de la ONU en Malí, denominada MINUSMA. La misión, que se estableció en 2013 con el mandato de vigilar el alto el fuego y apoyar la paz y la reconciliación, ha sufrido más bajas que ninguna otra operación en marcha de la Organización.
Me encontraba en algún lugar del norte de Malí, esperando a un compañero en un aeropuerto casi destruido en un atentado suicida, para volar a una zona aún más septentrional.
Tan solo unos meses antes, estaba sentada en mi cómoda oficina en la sede del Fondo Monetario Internacional en Washington D. C., donde dirigía el equipo de vídeo. Sentí la necesidad repentina de regresar al terreno y cambié mi puesto de trabajo en la organización financiera mundial por uno en las operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU.
El helicóptero despegó de Gao con destino a Kidal. Sobrevolamos un mar infinito de arena y escarpadas formaciones rocosas negras. Desde el aire, parecía un lugar calmado y vacío, olvidado en el tiempo, que nada tenía que ver con un campo de batalla o un país en guerra. Puede que fuera en ese momento cuando finalmente comprendí uno de los aspectos del conflicto en Malí: era una guerra invisible, al igual que el enemigo. Porque aquí donde el desierto acaba, el enemigo es omnipresente e invisible a la vez. Es fácil sumergirse en la belleza pura y el silencio del entorno.
Tras una hora de vuelo, empezaron a emerger en el horizonte casas de barro ocre, del mismo color apagado de la tierra. De repente, las casas se agruparon siguiendo un patrón de líneas simétricas en el desierto: era Kidal. Enclavada en las montañas de Adrar D’Ifoghas, Kidal es el bastión de la revolución de los tuaregs, que en 2012 se levantaron en armas contra el gobierno maliense con el objetivo de lograr la independencia de la zona norte del país, también conocida como Azawad. Los grupos islamistas también llegaron a la región, lo que desembocó en la intervención del ejército francés y la comunidad internacional.
El helicóptero aterrizó en un campamento de la ONU que alberga la misión de mantenimiento de la paz y se encuentra en el extrarradio de la ciudad.
Estas instalaciones son objetivo frecuente de atentados terroristas, y se han ganado la reputación de ser el recinto de la ONU más atacado del mundo. Un convoy de vehículos blindados formado por cascos azules provenientes del Chad patrulla a diario las polvorientas calles de Kidal y sus alrededores. Cuando por primera vez nos sumamos al convoy, sentí miedo cuando nos alejamos del campamento de la ONU, fuertemente guardado. Pero esa sensación desapareció gradualmente a medida que entrábamos en la ciudad. El aire se llenó de movimiento, de escúteres y motocicletas que circulaban a toda velocidad por las calles. Solo la aparición repentina de vehículos todoterreno con metralletas conducidos por un grupo rebelde tuareg local me recordaba la tensión que me rodeaba.
A mi lado, un joven soldado chadiano, conducía el vehículo blindado de la ONU, mientras que otros dos protegían el convoy. Se llamaba Tahir, un casco azul de 20 años que ya había participado en guerras contra Boko Haram en el Chad y Nigeria antes de ser enviado a MINUSMA.
"Somos guerreros, hemos nacido en la guerra y siempre hemos escuchado el sonido de los disparos. Pero este sitio es especial, porque el enemigo no se enfrenta contra nosotros directamente. Volamos por los aires a causa de las minas y nos lanzan cohetes desde muy lejos".
En la actualidad, MINUSMA es la operación de mantenimiento de la paz más peligrosa de la ONU. En ella han perdido la vida más de un centenar de cascos azules. Mi primer día con la ONU en Malí comenzó filmando los féretros de los soldados chadianos durante una ceremonia en su honor en Bamako. Según pasaban las semanas, más ataúdes llegaban desde el norte, sobre todo con caídos chadianos. En la región norteña, se dice que los tuaregs respetan a los chadianos, mientras que los islamistas les temen.
El sol, renunciando a su dominio sobre la ciudad, desapareció tras una estrecha franja de polvo que flotaba en el horizonte, mientras nuestro convoy avanzaba despacio por las calles de Kidal. Con su turbante azul y una sonrisa cándida, Tahir se animaba contándome historias simples de su vida en el Chad. Y de repente supe que deseaba que el mundo conociera la historia de Tahir.
Poco a poco, Sylvain, mi compañero fotógrafo, y yo nos fundimos en la vida del contingente chadiano de la ONU en Kidal. Nos convertimos en parte de su rutina diaria, y percibimos como nuestra seguridad pasó a ser más que un deber para ellos, se convirtió en una prioridad personal. Mientras intentaba distribuir las imágenes de la misión a emisoras de todo el mundo, se convirtió em mi prioridad personal capturar la vida diaria de estos chadianos, desde el sagrado ritual del té a tempranas horas de la mañana, a los momentos más íntimos de la oración de la tarde.
De acuerdo con la normativa de la ONU, estábamos obligados a llevar chalecos antibalas y cascos. Pero para los chadianos, nada reemplaza el amuleto que han recibido de sus antepasados, el gri-gri. Cuando nos preparábamos para salir, Tahir se acercó y me dio un amuleto de cuero hecho a mano que contenía unas yerbas mágicas.
"Este gri-gri, que me dio mi abuelo, es extremadamente poderoso. Te protegerá de las balas y los cohetes. Llévalo contigo y te protegerá, insh’allah".
Me quedaban apenas unos días en la misión antes de partir, cuando el campamento fue atacado por militantes yihadistas con cohetes y morteros. Afortunadamente, la ONU había instalado un sistema de detección y alerta que avisó de los proyectiles que llegaban. Comenzaron a sonar las sirenas por todo el campamento. El radar detectó en el aire el primer proyectil y automáticamente disparó el sistema de alarma 15 segundos antes del impacto. Corrimos a refugiarnos en el bunker más cercano, mientras una lluvia de proyectiles explotaba a nuestro alrededor, incendiando algunas de las instalaciones. Nunca sabré lo que me salvó la vida, si la tecnología del siglo XXI con el radar o el ancestral gri-gri chadiano y sus yerbas mágicas.
Probablemente los dos.
Cayó la noche en Kidal y el cielo repleto de estrellas solo era perturbado por los helicópteros franceses y de la ONU que nos sobrevolaban. Yo ya dejaba la misión y era consciente de que mi estancia allí no era simplemente otra experiencia laboral en mi currículum: había cambiado profundamente la trayectoria de mi vida. ... (ver texto completo)