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Los agraciados en la lotería pueden cobrar casi inmediatamente en cualquiera de las 1220 administraciones, más o menos, del país, y cualquier banco aceptará un décimo premiado como si fuera moneda de curso legal. Incluso aquellos cuyos números hubieran resultado dañados pueden generalmente cobrar.
Hace ya muchos años, cuando un agricultod de La Almunia de Doña Godina supo que su cabra se había tragado un décimo premiado con tresciental mil pesetas, sacrificó al animal y recuperó el décimo.
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Se cuenta que, en 1952, un hombre arrojó inadvertidamente a una estufa un billete premiado. El billete -que valía un millón de pesetas- quedó chamuscado, pero no se desintegró. El propietario del billete lo puso en una quesera y los Inspectores de Lotería que fueron a examinarlo declararon su validez, toda vez que los números eran aún visibles.
Las revistas cómicas atribuyen a los agraciados con el "Gordo" una obsesión: Dejar sus empleos. Y a veces sucede en la vida real como fue el caso de Eleuterio Guarino "trabajaba como un burro" repartiendo cajas de bebidas en la zona de Valencia, cuando él y un millar de valencianos ganaron 240 millones de pesetas en el "Gordo" de 1959. Guarino dejó su trabajo y abrió una tienda de licores. "La lotería es maravillosa", decía. "Si no hubiera ganado el premio, me habría matado trabajando".
Pero los agraciados que buscan nuevas ocupaciones constituyen una excepción. La mayoría prefiere seguir con su trabajo...
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