La sociedad española se configuró sobre la base de la propiedad privada y de las enormes desigualdades económicas y políticas.
Las clases medias posteriormente llamadas burguesía, que se vincularon a la conservación del régimen existente, constituían una pequeña parte de la población total y estaban integradas fundamentalmente por la antigua nobleza señorial y por la nueva burguesía.
Las clases bajas, compuestas en su mayor parte por el campesinado, sufrieron un rápido proceso de proletarización como consecuencia de la liquidación, a sus expensas, del régimen señorial. A partir de entonces se iniciaron las primeras agitaciones campesinas, sobre todo en Andalucía. En cuanto al proletariado industrial, la lucha por sus reivindicaciones fue poniendo en marcha el movimiento obrero en España.
Las relaciones sociales evolucionaron en dos claras etapas:
En las primeras décadas del siglo, la lucha contra el Antiguo Régimen coaligó a la burguesía y a las clases bajas.
Sin embargo, cuando el sistema liberal se consolidó a partir de 1837, se inició una segunda etapa en la que la burguesía se unió a la nobleza, fundiendo sus intereses y defendiendo el régimen contra las demandas populares: liquidación total de las supervivencias señoriales, redistribución de la tierra acaparada por la burguesía y abolición de las quintas y del impuesto de consumo. Tal programa, que rebrotó siempre en los momentos críticos, fue sistemáticamente reprimido.
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