Gran parte de lo que pudiese haber en mi interior de nostalgia y melancolía, se lo debo a mi pueblo natal y al de adopción, Alconchel, donde aprendí a respirar, a observar y a reflexionar; eran unos pueblos -en algunos lugares dirían aldeas de lo pequeños que son-, tranquilos, alegres y de casas blancas en cuya blancura participaba activamente la cal, las mujeres, y la escobilla de ciacillo movida por los rápidos movimientos de muñeca de éstas. Mis pueblos eran brillantes, de luz clara, poca riqueza ... (ver texto completo)