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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Aquí, si que estaban las perdices
Foto enviada por Gabriel

Antes de "enfriarme", y como os dije ayer, voy a contaros el miedo o temor -en realidad no sé qué fue- que me produjo una cosa tan insignificante y pequeñaja como es un hamster...
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Resulta que cuando mis hijos eran pequeños, -dos años o tres después de la odisea de los periquitos-, tuvimos en casa un Hamster al que mis hijos cuidaban de maravilla; era espavilado como él sólo y un día, no sabemos aún cómo, se salió de la jaula y estuvo desaparecido durante dos días a pesar de que lo buscamos por toda la casa...
Antes de "enfriarme", y como os dije ayer, voy a contaros el miedo o temor -en realidad no sé qué fue- que me produjo una cosa tan insignificante y pequeñaja como es un hamster...
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Pasó algo así como un mes, y ya dí por sentado de que teníamos un vecino, o un hijo de vecino que estaba "zumbao", así que un día que me enconré en el ascensor con una vecina, cuyas ventanas dan al mismo sitio que la mía, le pregunté qué vecino era el que silvaba y decía piropos...
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Al hacerle esa pregunta tan seria y tan convencida de que se trataba de una persona, mi vecina se puso a rír y me dijo: Jajajajajajaja ¿Pero no sabes que Mari Luz tiene un loro que se lo regalaron sus hijos y es el que arma todo este lío?
¡Me quedé de piedra, chavales! ¡me quería morir de la vergüenza por incauta! Estoy casi segura que me puse más colorada que un pimiento morrón, pero lo que si tengo seguro, es que si llego a coger al loro en ese momento.... ¡Hyyyyyyy, no sé qué le hubiese ... (ver texto completo)
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Al principio pensé que debía ser un "vecino de esos tontos" que desde su ventana a lo mejor me había visto y me estab diciendo tonterías, así que yo corría las cortinas. Como no cejaba en su empeño de llamar la atención el dichoso periquito, me atreví a sacar la cabeza por mi ventana y mirar bien mirado a ver de dónde venía la voz del dichoso piropeador..., ¡pero ni por estas! Allí no se veía un alma...
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Pasó algo así como un mes, y ya dí por sentado de que teníamos un vecino, o un hijo de vecino que estaba "zumbao", así que un día que me enconré en el ascensor con una vecina, cuyas ventanas dan al mismo sitio que la mía, le pregunté qué vecino era el que silvaba y decía piropos...
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Lo que hablaba aquel recordado periquito, no tenía nada que ver con lo "cotorro" que le salió un loro a una vecina mía. Veréis...

Resulta que yo no tenía noción de la existencia de ese lorito, y ya hacía días que, cuando estaba en mi cuarto haciendo la cama, y esas cosas que se hacen cuando limpias, como correr las cortinas y abrir las ventanas, escuchaba el típico silbido que hacían y hacen los hombres cuando pasa por delante de ellos una "tía buenorra"; ese que suena algo así como... Fiiiuuuu, ... (ver texto completo)
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Al principio pensé que debía ser un "vecino de esos tontos" que desde su ventana a lo mejor me había visto y me estab diciendo tonterías, así que yo corría las cortinas. Como no cejaba en su empeño de llamar la atención el dichoso periquito, me atreví a sacar la cabeza por mi ventana y mirar bien mirado a ver de dónde venía la voz del dichoso piropeador..., ¡pero ni por estas! Allí no se veía un alma...
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Como comprenderéis, los periquitos tandaron en desaparecer menos que un caramelo en la puerta de un colegio. ¡Salieron volando, a más no poder! Al principio, durante unos días, anduvieron volando alrededor del apartamento, no sabemos si por el "cariño" que nos tenían, o porque no estaban acostumbrados a tanta libertad. De vez en cuando, tanto los vecinos como nosotros, los veíamos volar de pino en pino, hasta que sin darnos cuenta, un día desparecieron para siempre...
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Lo que hablaba aquel recordado periquito, no tenía nada que ver con lo "cotorro" que le salió un loro a una vecina mía. Veréis...

Resulta que yo no tenía noción de la existencia de ese lorito, y ya hacía días que, cuando estaba en mi cuarto haciendo la cama, y esas cosas que se hacen cuando limpias, como correr las cortinas y abrir las ventanas, escuchaba el típico silbido que hacían y hacen los hombres cuando pasa por delante de ellos una "tía buenorra"; ese que suena algo así como... Fiiiuuuu, ... (ver texto completo)
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Como era cosa de que todos lo pasásemos lo mejor posible, mi hijo menor que sólo tenía 3 años, acostumbrado a ver a los periquitos sueltos por el salón de casa, no se le ocurrió otra cosa que abrirles la puerta de la jaula para darles un poco de libertad por el comedor del apartamento. Al principio, y por lo que después me explicaron, los periquitos salieron de la jaula un poco desconcertados y dieron unas voladas de una silla a la mesa, de la mesa al sofá, hasta que, como tontos no eran, descubrieron ... (ver texto completo)
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Como comprenderéis, los periquitos tandaron en desaparecer menos que un caramelo en la puerta de un colegio. ¡Salieron volando, a más no poder! Al principio, durante unos días, anduvieron volando alrededor del apartamento, no sabemos si por el "cariño" que nos tenían, o porque no estaban acostumbrados a tanta libertad. De vez en cuando, tanto los vecinos como nosotros, los veíamos volar de pino en pino, hasta que sin darnos cuenta, un día desparecieron para siempre...
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Pasado un tiempo, y para que no estuviese sólo, compramos en las Ramblas de Barcelona otro periquito de color verde; se hicieron amigos entre ellos y también de mis hijos, hasta que un día no fuimos a Castelldefels a pasar las vacaciones en un apartamento que habíamos alquilado en un lugar llamado Montemar. Todos estábamos contentos y felices, y casi más que nosotros, los periquitos...
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Como era cosa de que todos lo pasásemos lo mejor posible, mi hijo menor que sólo tenía 3 años, acostumbrado a ver a los periquitos sueltos por el salón de casa, no se le ocurrió otra cosa que abrirles la puerta de la jaula para darles un poco de libertad por el comedor del apartamento. Al principio, y por lo que después me explicaron, los periquitos salieron de la jaula un poco desconcertados y dieron unas voladas de una silla a la mesa, de la mesa al sofá, hasta que, como tontos no eran, descubrieron ... (ver texto completo)
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Aquel periquito tenía en alto grado la facultad de concentrarse en su trabajo y la de atender largo rato sin cansarse. Estiraba su cuerpecillo azul hasta ponerlo casi horizontal, alargaba la cabecilla en visible esfuerzo por emitir cada sonido...
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Pasado un tiempo, y para que no estuviese sólo, compramos en las Ramblas de Barcelona otro periquito de color verde; se hicieron amigos entre ellos y también de mis hijos, hasta que un día no fuimos a Castelldefels a pasar las vacaciones en un apartamento que habíamos alquilado en un lugar llamado Montemar. Todos estábamos contentos y felices, y casi más que nosotros, los periquitos...
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Volviendo al periquito, os diré que para enseñarle a hablar, lo ponía en mi dedo, acercaba su pico a mis labios y le repetía muy despacito una frase, articulándola con mucha claridad. Lo primero que aprendió a decir, al cabo de diez días, fue "me llamo Pepe"; al principio a retazos, y finalmente como se la habíamos enseñado. Era un estudiante de ejemplar aplicación...
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Aquel periquito tenía en alto grado la facultad de concentrarse en su trabajo y la de atender largo rato sin cansarse. Estiraba su cuerpecillo azul hasta ponerlo casi horizontal, alargaba la cabecilla en visible esfuerzo por emitir cada sonido...
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En casa nunca tuvimos perro pero sí peces, pájaros y patos. Los dos gorriones que tuvimos eran alconcheleros, es decir que nacieron en Alconchel, los cogimos volanderos y los trajimos a Barcelona; el primero se llamó Rambo, y el segundo Rambo 2, pero fueron tales los digustos que se llevaron mis hijos cuando murieron que decidimos no traer ningún gorrión más a casa, y dejarlos en el lugar donde habían nacido...
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Volviendo al periquito, os diré que para enseñarle a hablar, lo ponía en mi dedo, acercaba su pico a mis labios y le repetía muy despacito una frase, articulándola con mucha claridad. Lo primero que aprendió a decir, al cabo de diez días, fue "me llamo Pepe"; al principio a retazos, y finalmente como se la habíamos enseñado. Era un estudiante de ejemplar aplicación...
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En casa nunca tuvimos perro pero sí peces, pájaros y patos. Los dos gorriones que tuvimos eran alconcheleros, es decir que nacieron en Alconchel, los cogimos volanderos y los trajimos a Barcelona; el primero se llamó Rambo, y el segundo Rambo 2, pero fueron tales los digustos que se llevaron mis hijos cuando murieron que decidimos no traer ningún gorrión más a casa, y dejarlos en el lugar donde habían nacido...
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Hay muchas personas que enseñan a sus periquitos a hacer piruetas y cabriolas en esos gimnasios en miniatura que venden en las pajarerías, pero mis hijos y yo ambicionábamos hacer de aquel pajarillo un "erudito"...
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Efectivamente, conseguimos que almacenase en su memoria y repitiese, no siempre con literal fidelidad, una serie de palabras en catalán y en castellano, y los nombres de algunas celebridades como por ejemplo "Rambo"; se lo enseñó mi hijo pequeño en memoria de un gorrión Alconchelero que trajimos un verano a Barcelona y al que habíamos bautizado con ese nombre...
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Cuando habían pasado unos días, comenzó a posarse en mi hombro, donde se quedaba mientras yo atendía los quehaceres de la casa, o interrumpiendo de un vuelo en el cuarto de baño, aterrizando en mi mano y dedicándose a estudiar de cerca los complicados procedimientos de ponse una el rímel, lavarse los dientes o peinarse. Parecía más propio de un falderillo que de un pájaro aquella dorma de seguirme por toda la casa y participar en mi vida cotidiana...
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Hay muchas personas que enseñan a sus periquitos a hacer piruetas y cabriolas en esos gimnasios en miniatura que venden en las pajarerías, pero mis hijos y yo ambicionábamos hacer de aquel pajarillo un "erudito"...
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Tenía sólo seis semanas cuando lo traje a casa con la alegría, como es natural, de mis hijos que lo acogieron muy bien. Los primeros días, todo lo que se le ocurría hacer cuando lo sacábamos de la jaula era precipitarse de cabeza en el primer bolsillo que encontraba y permanecer allí sin chistar, o posarse sobre los rieles de las cortinas, donde desde allí, escondido tras éllas iba arrancando a pequeños picotazos el papel de la pared hasta que me dí cuenta de ello por las bolitas que encontré ... (ver texto completo)
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Cuando habían pasado unos días, comenzó a posarse en mi hombro, donde se quedaba mientras yo atendía los quehaceres de la casa, o interrumpiendo de un vuelo en el cuarto de baño, aterrizando en mi mano y dedicándose a estudiar de cerca los complicados procedimientos de ponse una el rímel, lavarse los dientes o peinarse. Parecía más propio de un falderillo que de un pájaro aquella dorma de seguirme por toda la casa y participar en mi vida cotidiana...