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La madre se arrodilló -prosiguió mi amiga-, para estrechar en sus brazos a la niña, al tiempo que su propio rostro se inundaba de alegría, con ese raro y especial gozo que nos causa compartir algo bello con un ser querido...
La madre se arrodilló -prosiguió mi amiga-, para estrechar en sus brazos a la niña, al tiempo que su propio rostro se inundaba de alegría, con ese raro y especial gozo que nos causa compartir algo bello con un ser querido...