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En el páramo, un pincel indio (Castilleja californica) enarbola su cáliz de brácteas escarlata. Y en lo más recóndito de los barrancos se encuentra la aguileña (Aqilegia), delicada como el aliento de un ángel, pero tan resistente que sobrevive en una pared escarpada de roca...
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Todo aquello que medra donde la vida parece imposible, soportando temperaturas extremas, un sol abrasador y
tormentas, aridez letal y chaparrones repentinos, entre
roca calcinada y arenas fugitivas; cualquier habitante de tal ámbito, sea bestia, ave o
flor, es una muestra de la grandeza y el heroísmo de toda criatura viviente. Incluyéndonos a nosotros.