La tortura más efectiva es tener que escuchar al necio.
La tortura más tortura, con la que me torturó a mí Don Lino, maestro de los chicos y practicante del pueblo, fue cuando me tuvo que poner una caja de inyecciones, y no es que las pusiera mal el hombre, pero... ¡Me dejó el culo como un coladorrrrrrrrrrrrrrrrr! ¡Ay qué daño, Madre del Amor Hermoso!