Durante toda la
noche que precedió al día de la
fiesta, los dos embaucadores estuvieron levantados, con más de dieciséis
lámparas encendidas. La gente pudo ver que trabajaban activamente en la confección del nuevo
traje del Emperador. Simularon quitar la tela del telar, cortaron el aire con grandes tijeras y cosieron con agujas sin hebra de hilo; hasta que al fin, gritaron: