...
Pasó luego a una habitación cuyas paredes estaban revestidas de cuero de cerdo, estampado de flores doradas.
El dorado se desluce
pero el cuero queda
decían las paredes.
Había sillones de altos respaldos, tallados de modo pintoresco y con brazos a ambos lados. « ¡Siéntese! ¡Tome asiento! -decían-. ¡Ay! ¡Cómo crujo! Seguramente tendré la gota, como el viejo armario. La gota en la espalda, ¡ay!». ... (ver texto completo)
Pasó luego a una habitación cuyas paredes estaban revestidas de cuero de cerdo, estampado de flores doradas.
El dorado se desluce
pero el cuero queda
decían las paredes.
Había sillones de altos respaldos, tallados de modo pintoresco y con brazos a ambos lados. « ¡Siéntese! ¡Tome asiento! -decían-. ¡Ay! ¡Cómo crujo! Seguramente tendré la gota, como el viejo armario. La gota en la espalda, ¡ay!». ... (ver texto completo)
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Bajo el cuadro colgaba, dentro de un marco y cubierto con cristal, un ramillete de flores marchitas; seguramente habrían sido cogidas también medio siglo atrás, tan viejas parecían. El péndulo del gran reloj marcaba su tictac, y las manecillas giraban, y todas las cosas de la habitación se iban volviendo aún más viejas; pero ellos no lo notaron.
-En casa dicen -observó el niño- que vives muy solo.
- ¡Oh! -sonrió el anciano-, no tan solo como crees. A menudo vienen a visitarme los viejos ... (ver texto completo)
Bajo el cuadro colgaba, dentro de un marco y cubierto con cristal, un ramillete de flores marchitas; seguramente habrían sido cogidas también medio siglo atrás, tan viejas parecían. El péndulo del gran reloj marcaba su tictac, y las manecillas giraban, y todas las cosas de la habitación se iban volviendo aún más viejas; pero ellos no lo notaron.
-En casa dicen -observó el niño- que vives muy solo.
- ¡Oh! -sonrió el anciano-, no tan solo como crees. A menudo vienen a visitarme los viejos ... (ver texto completo)