- ¡Está bien! ¡Está bien! -gritó el ogro-. Me rindo. ¡No me aplastes como a la piedra! Puedes cortar todos los árboles que quieras, o te los cortaré yo, si prefieres, y te llevaré a casa los troncos.
Desde ese día, el ogro se encargó de que la anciana y su familia tuvieran toda la leña que necesitaban.
Desde ese día, el ogro se encargó de que la anciana y su familia tuvieran toda la leña que necesitaban.