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Queríamos encaminarnos allá enseguida; pero él sacóse primero del bolsillo debajo del agua una cuerda, ató de las patas las piezas cobradas, cogió ambos picos con los dientes y echó a andar por delante. Siguióle Vladimir y yo seguí a éste. "Suchok" cerraba la marcha. De allí a la orilla había unos doscientos pasos. Yermolai marchaba audaz y despreocupadamente -tan bien conocía el camino-, y de cuando en cuando gritaba: " ¡A la izquierda! A la derecha hay una hoya", o: " ¡A la derecha!...! A
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El
agua, a ratos, nos llegaba al cuello, y por dos veces el pobre "Suchok, que era el más bajo de todos nosotros, vaciló y levantó burbujas de agua: " ¡Cuidado, cuidado, cuidado!", gritóle Yermolai. Irguióse "suchok", pataleó, dió un brinco y logró asentarse en un sitio menos profundo; pero ni aun en aquel momento de peligro osó agarrarse a los faldones de mi levitón. Rendidos, sucios, mojados, llegamos por fin a la orilla...