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-Sí, mía es la culpa- balbució el anciano.
-Y tú también te las traes -agregó mi cazador, volviendo la cabeza en dirección a Vladimir-. ¿Adónde tenías los ojos? ¿Por qué no seguiste desaguando?...
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Pero Vladimir no estaba en aquel momento para recriminaciones; temblaba como la hoja en un árbol, daba diente con diente y sonreía con inconsciencia absoluta. ¿Qué se había hecho de su elocuenciay de su sentido del decoro y la dignidad personal?...
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Todos nos habíamos puesto la escopeta sobre la cabeza, y también "Suchok", quizá por su hábito de imitar a los señores, había levantado en alto la pértiga. Fue Yermolai el primero en romper el silencio.
- ¡Vaya, te caíste! -refunfuñó, braceando en el agua-. ¡Que bonito! Pero tú, viejo diablo -añadió, encarándose malhumorado, con "Suchok"-, ¡vaya barca tienes!...
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-Sí, mía es la culpa- balbució el anciano.
-Y tú también te las traes -agregó mi cazador, volviendo la cabeza en dirección a Vladimir-. ¿Adónde tenías los ojos? ¿Por qué no seguiste desaguando?...
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Lanzamos un grito, pero ya era tarde, y en un santiamén nos encontramos con el agua hasta el cuello y rodeados por los cadáveres de las aves que habíamos matado.
No puedo yo recordar ahora sin reírme los asustados y lívidos rostros de mis compañeros -tampoco el mío, probablemente, conservaría sus colores; pero confieso que entonces no se me ocurrió ni por lo más remoto reírme...
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Todos nos habíamos puesto la escopeta sobre la cabeza, y también "Suchok", quizá por su hábito de imitar a los señores, había levantado en alto la pértiga. Fue Yermolai el primero en romper el silencio.
- ¡Vaya, te caíste! -refunfuñó, braceando en el agua-. ¡Que bonito! Pero tú, viejo diablo -añadió, encarándose malhumorado, con "Suchok"-, ¡vaya barca tienes!...
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Pero al remate de la caza, cuando ya estábamos para despedirnos, empezaron a levantar el vuelo los patos en tan densa bandada, que apenas si nos dio tiempo a cargar las escopetas. Y en el ardor de los tiros, no nos acordamos del estado de nuestro "doshanik", y de repente, por efecto de un brusco movimiento de Yermolai, que fue a coger una pieza cobrada y se echó con todo el cuerpo sobre el borde de la barca, nuestro maltrecho esquife se inclinó, volvó y solemnemente fuese al fondo de la laguna, ... (ver texto completo)
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Lanzamos un grito, pero ya era tarde, y en un santiamén nos encontramos con el agua hasta el cuello y rodeados por los cadáveres de las aves que habíamos matado.
No puedo yo recordar ahora sin reírme los asustados y lívidos rostros de mis compañeros -tampoco el mío, probablemente, conservaría sus colores; pero confieso que entonces no se me ocurrió ni por lo más remoto reírme...
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Rato hacía que habíamos podido advertir que poco a poco se nos iba entrando el agua en el esquife. Encargáramos a Vladimir de desalojarla con el cubo que mi previsor compañero quitárale, por si acaso, a una mujer distraída. Y la cosa marchó bien en tanto Vladimir no se distrajo en su tarea...
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Pero al remate de la caza, cuando ya estábamos para despedirnos, empezaron a levantar el vuelo los patos en tan densa bandada, que apenas si nos dio tiempo a cargar las escopetas. Y en el ardor de los tiros, no nos acordamos del estado de nuestro "doshanik", y de repente, por efecto de un brusco movimiento de Yermolai, que fue a coger una pieza cobrada y se echó con todo el cuerpo sobre el borde de la barca, nuestro maltrecho esquife se inclinó, volvó y solemnemente fuese al fondo de la laguna, ... (ver texto completo)
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El tiempo seguía siendo magnífico; blancas nubes redondas bogaban en el cielo por encima de nosotros, despejándose con toda claridad en el agua; en rededor susurraban los juncos; la albufera, que en algunos sitios parecía de acero, brillaba al sol. Acordamos volvernos a la aldea, y así íbamos ya a hacerlo, cuando de pronto hubo de ocurrirnos un desagradable percance...
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Rato hacía que habíamos podido advertir que poco a poco se nos iba entrando el agua en el esquife. Encargáramos a Vladimir de desalojarla con el cubo que mi previsor compañero quitárale, por si acaso, a una mujer distraída. Y la cosa marchó bien en tanto Vladimir no se distrajo en su tarea...
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Yermolai tiraba como siempre, de un modo magistral, y yo... bastante mal, como de costumbre. "Suchok" nos contemplaba con los ojos del hombre sujeto desde chico al servicio de los señores, y de cuando en cuando gritaba: "Eh, ahí va otro pájaro!", y se rascaba la espalda..., no con la mano, sino con un movimiento de hombros...
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El tiempo seguía siendo magnífico; blancas nubes redondas bogaban en el cielo por encima de nosotros, despejándose con toda claridad en el agua; en rededor susurraban los juncos; la albufera, que en algunos sitios parecía de acero, brillaba al sol. Acordamos volvernos a la aldea, y así íbamos ya a hacerlo, cuando de pronto hubo de ocurrirnos un desagradable percance...
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RELATOS DE UN CAZADOR. Turgueniev.
Vladimir, con gran gozo de Yermolai, no tieraba nada bien, y a cada tiro que marraba ponía cara de asombro, examinaba el arma y soplaba en ella, recapacitaba y, por último, explicábanos la razón de que hubiera fallado el tiro...
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Yermolai tiraba como siempre, de un modo magistral, y yo... bastante mal, como de costumbre. "Suchok" nos contemplaba con los ojos del hombre sujeto desde chico al servicio de los señores, y de cuando en cuando gritaba: "Eh, ahí va otro pájaro!", y se rascaba la espalda..., no con la mano, sino con un movimiento de hombros...
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RELATOS DE UN CAZADOR. Turgueniev.
Vladimir, con gran gozo de Yermolai, no tieraba nada bien, y a cada tiro que marraba ponía cara de asombro, examinaba el arma y soplaba en ella, recapacitaba y, por último, explicábanos la razón de que hubiera fallado el tiro...
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Yo, en compañía de Yermolai, caminaba a lo largo de la orilla; pero, en primer lugar, el pato no se posa nunca en la misma orilla, pues es muy cauto, y en segundo, aun suponiendo que alguna que otra inexperta cerceta rezagada se expusiese a nuestros tiros y perdiese la vida, no habrían podido nuestros perros sacarla de entre los intricados juncales, y pese a la más noble abnegación, no habrían podido nadar ni llegar hasta el fondo, y se habrían partido inútilmente sus preciosos hocicos con las ... (ver texto completo)
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-No -dijo Yermoli-; esto es perder el tiempo; necesitamos una barca. Volvámonos a Lgov.
Hicimos así. Y no habríamos dado sino unos pasos atrás, cuando de entre los matorrales vino corriendo a nuestro encuentro un perro lamentablemente cojitranco, tras el cual, dejóse ver luego un hombre de mediana estatura con un gabán azul muy raído, chaleco amarillo, pantalones color "gris -Lyón" remetidos a la ligera en unas botas agujereadas, pañuelo rojo al cuello y una escopeta de un solo cañón terciada ... (ver texto completo)
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Un pequeño bandorevoloteaba y se detenía sobre el agua, y a los primeros tiros levantábanse otros en tal número, que involuntariamente el cazador llevábase la mano a la gorra y exclamaba admirado:
- ¡Qué barbaridad!...
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Yo, en compañía de Yermolai, caminaba a lo largo de la orilla; pero, en primer lugar, el pato no se posa nunca en la misma orilla, pues es muy cauto, y en segundo, aun suponiendo que alguna que otra inexperta cerceta rezagada se expusiese a nuestros tiros y perdiese la vida, no habrían podido nuestros perros sacarla de entre los intricados juncales, y pese a la más noble abnegación, no habrían podido nadar ni llegar hasta el fondo, y se habrían partido inútilmente sus preciosos hocicos con las agudas puntas de aquellas cañas... ... (ver texto completo)
Más feliz que esta perdiz me despido de todos vosotros; es tarde y hay que descansar, así que un beso, buenas noches y hasta mañana si Dios quiere.
(Y la burra no se muere, decíamos...)
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Es Logv una aldea en medio de la estepa, con una iglesia antiquísima de piedra y dos molinos sobre el pantanosos río Rosote. Dicho río, a cinco verstas de Logv, conviértese en una ancha laguna, en cuyas márgenes, y también acá y allá en su promedio, crecen espesos juncales. Pues bien: en esa laguna, en recoveco entre al juncalera, rebúllese una multitud incontable de patos de todas las castas posibles; ánades, cercetas, garzas, etc...
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Un pequeño bandorevoloteaba y se detenía sobre el agua, y a los primeros tiros levantábanse otros en tal número, que involuntariamente el cazador llevábase la mano a la gorra y exclamaba admirado:
- ¡Qué barbaridad!...
LGOV. De relatos de un Cazador.
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Aunque para el verdadero cazador, el pato salvaje no tiene ningún atractivo especial, a falta de otra cosa, por el momento -estábamos a principios de septiembre; todavía no habían venido las chochas, y no me hacía gracia correr por esos campos detrás de las perdices-, accedí a la proposición de Yermolai y me encaminé con él a Lgov...
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Es Logv una aldea en medio de la estepa, con una iglesia antiquísima de piedra y dos molinos sobre el pantanosos río Rosote. Dicho río, a cinco verstas de Logv, conviértese en una ancha laguna, en cuyas márgenes, y también acá y allá en su promedio, crecen espesos juncales. Pues bien: en esa laguna, en recoveco entre al juncalera, rebúllese una multitud incontable de patos de todas las castas posibles; ánades, cercetas, garzas, etc...
LGOV. De relatos de un Cazador.
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Aunque para el verdadero cazador, el pato salvaje no tiene ningún atractivo especial, a falta de otra cosa, por el momento -estábamos a principios de septiembre; todavía no habían venido las chochas, y no me hacía gracia correr por esos campos detrás de las perdices-, accedí a la proposición de Yermolai y me encaminé con él a Lgov...