Anda, mira, andando, andando donde hemos llegado.
Bueno vamos a terminar el cuento, que seguro que lo estais deseando.
Sólo entonces, al darse cuenta de que no aullaba,
sino que gemía como una
oveja,
los pastores comprendieron que lo que
tenían delante no era un lobo. Dejaron de
golpear, pero la pobre había recibido tal
cantidad de palos que todo el cuerpo le dolía.
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