A este compadre podríamos cantarle aquella canción que un día nos dió por cantar repetidas veces, un día de hace muchos años, mi
amiga Mari de Nebote y yo. Tanto la repetimos que el hermano Emiliano, el padre de Castor, que nos había estado observando desde su
puerta comenzó a mirarse y remirarse los pantalones de arriba a abajo, por delante y por detrás, a ver si es que llevaba algo en los pantalones sin darse cuenta, y la canción la cantábamos por él. ¡Pobre hombre el susto que le dimos! Y todo
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